Usan técnicas biomédicas para resolver un crimen

El 11 de septiembre de 2003 la entonces ministra de Relaciones Exteriores, Anna Lindh, moría tras ser atacada a navajazos por un desconocido que la abordó mientras estaba de compras en un centro comercial.

Las únicas pistas para atrapar al culpable eran unas prendas y cuchillo abandonados, la huella de una mano y lo que resultaría ser una de las evidencias clave para resolver el crimen: la imagen de un hombre ataviado con una gorra de béisbol tomada por cámaras de vigilancia.

Cuando dieron finalmente con el sospechoso, el serbio Mijailo Mijailovic, los investigadores probaron una técnica nueva, que consistió en comparar la forma de caminar de Mijailovic con la que se veía en las imágenes del video, lo que dio un resultado positivo.

Al final no hizo falta, ya que el sospechoso confesó. Pero el hecho puso de relieve el potencial de la tecnología biométrica.

Las técnicas biométricas, cuyo objetivo es identificar a seres humanos según sus características físicas o conductuales, van hoy más allá de las clásicas huellas dactilares, los análisis de ADN y los escáneres faciales o de iris.

Estos sistemas diseñados para emular la visión humana, combinados con programas de análisis de bases de datos, permiten identificar a los individuos con un grado de precisión sin precedentes.

Hasta el punto que hoy el modo en el que caminamos e incluso la forma de nuestra oreja ya es suficiente para respaldar una acusación ante un tribunal.

Mark Nixon, de la Escuela de Electrónica y Ciencia Computacional de la Universidad de Southampton en Reino Unido, es uno de los líderes en este campo y pionero en análisis biométricos basados en la forma de la oreja.

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