Hay mil cosas que “te sacan de quicio”, te frustran y te enfurecen. La solución no está en suprimir esos sentimientos ni tampoco en dejarlos aflorar sin ningún control, sino en buscar un término medio saludable.
No es fácil, pero debes aprender a canalizar tus sentimientos de forma positiva, no agresiva. En primer lugar, debes aprender a reconocer las señales de que algo te está afectando.
- Si empiezas a sentir enojo, respira profundamente. Llena tus pulmones de aire y exhala profundamente. La respiración profunda te relaja.
- Evita los pensamientos negativos: concéntrate y repite afirmaciones positivas en tu mente. Combina la respiración y la afirmación hasta que recobres la calma.
- En caso necesario, retírate a un lugar aislado y tranquilo para que la situación no escale y se salga de tu control. No tomes esto como una debilidad, sino como un gran paso hacia la toma de control.
- Identifica las situaciones que te producen enojo y haz una lista. Escribe también las ideas que quieres expresar, en caso de que la relación con una persona en particular sea lo que te molesta.
- Trata de expresar tus sentimientos mediante el diálogo y busca la comprensión de esa persona para cambiar el comportamiento y/o la situación. Si la conversación no funciona, expresa tus sentimientos, ideas y opiniones por escrito. Eso evita la confrontación abierta y la escalada de la violencia.
- Conversa con un familiar o amigo allegado. Quizás la opinión de una tercera persona te ayude a verlo todo con más claridad.
- Haz ejercicio con regularidad. El yoga, por ejemplo, te dará dominio, control y te ayudará a relajarte.
- Aprende a meditar. Si te sientes frustrado(a) y a punto de explotar, retírate a un sitio privado y tranquilo y enfoca tu mente en algo que te produzca placer.
- Aprende también a escuchar. Aceptar el punto de vista de los demás, es un gran paso hacia adelante y un requisito esencial para que se produzcan los cambios en cualquier situación y/o relación.
- Si la situación no mejora, necesitas buscar asesoría profesional. Tu médico de cabecera puede recomendarte o referirte a un psicólogo para comenzar terapia individual o familiar.