4 Cosas sobre la Ouija que te van a sorprender

No se necesita mucha ciencia, de hecho, ciencia es exactamente lo que no se necesita, para intentar comunicarnos con inteligencias que habitan en otro mundo… ¿Espíritus? ¿Demonios? ¿Extraterrestres?

Guía para principiantes

Aunque el espiritualismo, han acompañado a nuestra especie quizá desde siempre, este último término usado como tal, para referirse específicamente a las características, reglas y metodología que definen las relaciones entre los habitantes de nuestro mundo y los del “más allá”, se debe al francés Allan Kardec y a su obra El libro de los espíritus, publicada en 1857.

Unos años antes, en 1848, las hermanas Kate y Margaret Fox habían despertado en el mundo el interés por los espíritus con su gira triunfal como médiums por Estados Unidos, demostrando su gran habilidad para la “escritura automática”: mensajes que escribían al ser poseídas por los espíritus, una técnica que en el siglo XX se vería muy socorrida por escritores surrealistas como André Breton, con el pequeño gran dilema que representaba el que, si era verdad que un espíritu anónimo y no el poseído escritor era el autor de cierta obra, ¿para qué necesitábamos a este último?

La suerte de la ouija

No es extraño entonces que alguien se preguntara lo mismo con relación a los médiums y decidiera democratizar la comunicación con el más allá y hacerla más sencilla mediante una tabla cuyas letras y números le permitieran al espíritu chocarrero formar las palabras que necesitara, evitando así los mensajes escritos con horrenda caligrafía durante la susodicha “escritura automática” o los teatrales golpes en la mesa que hacían que la sesión pareciera más bien un interrogatorio policial (“un golpe significa sí, dos golpes significan no, o al revés).

Así, en 1890 los estadounidenses Elijah J. Bond, Charles W. Kennard y William H. A. Maupin patentaron la tabla ouija, cuyo nombre, según dijeron les había dicho a su vez un espíritu durante una sesión con ella, significaba “buena suerte” en egipcio. Versiones más creíbles señalan que, en realidad, proviene de la unión de las palabras que en francés y en alemán significan sí (“oui” y “ja”, respectivamente).

Comunicación espiritual al alcance de todos

En 1898 la patente de la “tabla parlante” fue vendida a William Fuld quien, junto con su hermano Isaac, la comercializó con gran éxito. Luego de tres años, William formó su propia compañía sin incluir en ella a Isaac, por lo que este decidió hacer sus propios tableros “Oriole”.

Como no es demasiado complicado ni se requiere estar poseído por espíritus talentosos para diseñar y fabricar una tabla ouija, en los años siguientes el mercado terrenal de la comunicación espiritual fue invadido por “El Oráculo Místico”, “El Hechicero Mágico”, “El Magitablero”, “El Genio Místico” y “La Estrella Guía”, entre otras.

La ouija se volvió popular durante los años de las dos guerras mundiales por razones obvias: la explosión demográfica en el mundo de los espíritus que resultó debido a ambos eventos y el deseo de los familiares de los combatientes difuntos de comunicarse con estos. A mediados de los sesenta, una tercera ola de ventas provocó que uno de cada cien estadounidenses fuera due¡ño de una ouija y, desde 1980, tan sólo en ese país se han vendido más de siete millones.

Luz sobre sus mecanismos ocultos: el Efecto Carpenter

En 1852 el médico inglés William B. Carpenter identificó un tercer tipo de movimiento inconsciente que podría describirse como una respuesta instintiva y automática en la que no interviene nuestra voluntad, como cuando pisamos el freno, para evitar chocar, mientras estamos manejando o cuando escribimos el inicio de una oración a la vez que mentalmente pensamos en el final de ésta, o cuando nuestras manos se hallan sobre la planchuela de la ouija. Desde entonces, a estos movimientos se les conoce como ideomotrices o “Efecto Carpenter”.

 

Fuente: Quo