5 Cosas que no debes decirle a tus amigos sin hijos

1. “Un perro no es un niño”

La queja completa suele ser esta: “Qué horror. ¿Sabes lo que me molesta muchísimo? Cuando Fulanita compara a su perro con mi hijo. O cuando Menganita llama al suyo ‘mi bebé’. ¡Un perro no es un niño! ¡No tienen ni idea!”

La verdad es que, a no ser que Fulanita sea alguien con auténticos problemas psicológicos, estoy seguro de que sabe a la perfección que su perro no es un niño. Sabe que tener un perro no es como tener un niño. Lo que está diciendo es: “¡Estoy feliz! Tengo en mi vida a un ser que hace caca y me proporciona alegrías”.

2. “¿Tú crees que estás agotado? ¡Pues imagínate si tuvieras hijos!”

Cansados, estresados, doloridos, no importa. Todos hemos pasado por ello. Demasiadas veces, los padres quitamos importancia a las preocupaciones de los que no lo son a base de compararlas con lo que nos pasa a nosotros.

No es una competición. Si, en una escala del 1 hasta un máximo de quedarse medio dormido en la ducha y despertarse cuando deja de salir agua caliente, tu amigo está en el 7, y tres semanas después de nacer tu hijo tú estabas ya en el 9, eso no quiere decir que tu amigo no esté agotado.

No digo que tus experiencias no puedan ser útiles en la conversación, pero en vez de jugar a que “mi dolor duele más que el tuyo”, probemos con la comprensión. ¿Por qué no tratar de aprovechar la experiencia de padre primerizo para ayudar en lugar de competir? Diga algo así como “¡Caray! Seguro que estás cansado. Cuando nació mi hija y yo estaba tan cansado, descubrí que echarme café directamente en los ojos era muy útil”.

3. “No te preocupes, cuando tengas hijos ya verás que…”

… los mocos no te darán asco, sabrás quién es Dora la exploradora, serás feliz… Puaj. Tenemos que dejar de suponer que todo el mundo va a tener hijos. Algunas personas no quieren tener hijos, deciden no tenerlos. ¿Es difícil saber qué otras cosas se pueden decir en su lugar? Tal vez lo mejor sea eliminar de tu repertorio cualquier frase que empiece con “Cuando tengas hijos…”. En cualquier caso, envejece a la persona que la dice.

4. “¿Puedo llevar a mis hijos a la fiesta?”

Hay que suponer que la fiesta no es para niños. No lo preguntes. Si se pudiera, te lo habrían dicho al invitarle, y habrían mencionado el fantástico cuarto de juegos que han habilitado en el sótano.

Al preguntar a tus amigos sin hijos si puedes llevar a tus hijos a la fiesta les colocas en la incómoda posición de tener que acoplar a tus hijos en el último momento o decirte que la fiesta no es apropiada para niños, lo cual les obliga prácticamente, aunque en principio estuviera pensada como una reunión de lo más discreta, a tener que contratar a unas putas y conseguir algo de cocaína. No fuerces a tus amigos a tener que convertir el sótano en un cuarto de juegos ni, sobre todo, a buscar putas y cocaína.

5. “Mi vida no tenía sentido antes de que nacieran mis hijos”

O, dicho de otra forma. “La vida sin hijos no tiene sentido”.

Entiendo el sentimiento. A veces da la impresión de que todas las preocupaciones que tenía antes de que vinieran mis hijos eran triviales. Entiendo el impulso de expresar ese pensamiento en palabras. No lo hagas. Es posible que tu vida tenga hoy un propósito diferente, pero tu vida anterior es una parte importante de tu historia, y tus amigos sin hijos forman parte importante de ella. No deseches esa parte de tu vida igual que la mayoria de la gente se salta páginas de una novela que están leyendo sin ganas. Al dejar de lado el “antes” como si no hubiera sido más que una preparación para los hijos, no solo estás despreciando a tus amigos, sino que estás diciéndoles que ellos todavía no han comenzado su propia historia.

Para terminar, si has dicho o hecho alguna de estas cosas, no hace falta que pidas perdón. Simplemente, deje de decirlas. Pedir perdón sería peor. Yo lo hice una vez, y quedó muy mal. Casi pareció que decía: “Oh, perdona, delicadísima persona sin hijos. Siento haber estado tan absorto en mi maravillosa labor de padre que olvidé y desprecié nuestra amistad. Perdóname”.

No había nada que perdonar. No había hecho daño a nadie, solo les había irritado. Perdonarme habría sido como perdonar a una mosca por posarse en el brazo. Por consiguiente, prometo intentar ser más consciente de cómo digo las cosas, ser mejor amigo y menos mosca. Y al decir menos mosca, me refiero a posarme en el brazo de alguien, vomitarle y luego tratar de comerle. La universidad se terminó hace tiempo. Ya no hago ese tipo de cosas.

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