Han matado a sangre fría y lo confiesan ante la cámara con una sonrisa que hiela la sangre, como lo hizo “el Compayito”, quien presume de haber asesinado a 300 personas e incluso de haber decapitado a algunos a cuchillo.
Esta galería de criminales mexicanos, la mayoría sicarios del narcotráfico, cuenta sus maldades en interrogatorios filmados por las autoridades que después entregan a los medios:
- El criminal más célebre por su sonrisa y que ha desfilado ante las cámaras es Edgar Valdez Villarreal, “la Barbie”. Durante su presentación en el Centro de Mando de la Policía Federal, en Iztapalapa, La Barbie, se reía ante las cámaras tras la detención ocurrida en el municipio de Lerma, estado de México.
- El más reciente en hacer gala de su crueldad fue “La Mano con Ojos”, Óscar Osvaldo García Montoya, quien sonriente y bravucón confesó la semana pasada al fiscal del central Estado de México, Alfredo Castillo, que había matado a 300 personas y ordenado la muerte de otras 300. Ya envalentonado, reconoció amenazante frente a Castillo y ante la cámara que incluso había planeado matar al procurador y hacerlo “pedazos”.
- José Jorge Balderas, alias “el JJ” fue agresor del futbolista paraguayo Salvador Cabañas. Con acento sinaloense, de tez moreno claro, pelo negro lacio, de unos 35 años de edad y 1.77 metros de altura, se ostentaba como empresario y en algún momento habría sido propietario de algún bar, centro nocturno u otra actividad comercial.
- Otra que ha aparecido sonriente ante las cámaras es Sandra Ávila, “la Reina del Pacífico”, a quien las autoridades no han podido vencer en dos juicios por lavado de dinero y narcotráfico. La delincuente rindió declaración con un semblante sonriente, seguro y siempre mirando a la cámara, según pudo verse en noticieros.
- Cinismo el de Raúl Osiel Marroquín Reyes, “el Sádico”, quien fue un asesino en serie mexicano responsable por lo menos de 6 secuestros, 4 de ellos acabaron con la muerte de sus víctimas en el DF. Todos fueron hombres homosexuales. “No me arrepientó de lo que hice… De tener la oportunidad lo volvería a hacer, solo que sería más cuidadoso para no ser atrapado y no cometeria los mismos errores que llevaron a mi captura… De lo único que me arrepientó es por lo que esta pasando mi familia ahora…”, declaró
El psiquiatra Alfredo Whaley opina que el hecho de que un detenido sonría puede obedecer a una satisfacción narcisista para mostrar su maldad o a una reacción de angustia. La población, agregó, ve con desánimo esta actitud porque interpreta que el delincuente no tiene miedo.
Fuente: Agencia EFE