5 seres de terror de la mitología mexicana

Sus historias han pasado de generación en generación. Incluso han llegado a la pantalla grande. Los abuelos solían contar estas leyendas a sus nietos y a su vez ellos supieron de ellas por sus abuelos.

Ahora, es más fácil enterarse de la existencia de estos seres mitológicos por Internet. He aquí nuestra aportación para el Día de Muertos. Ñaca ñaca ñaca.

  1. La Llorona. Cuenta la leyenda que una mujer indígena tenía un romance con un caballero español. Fruto de esta pasión, nacieron tres niños, que la madre atendía siempre en forma devota. Cuando la joven comienza a pedir que la relación sea formalizada, el caballero la esquivaba, quizás por temor a qué dirán. Dicho y hecho, un tiempo después el hombre dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río. Luego se suicida porque no soporta la culpa. Desde ese día, se escucha el lamento lleno de dolor de la joven en el río donde esto ocurrió. “Ayyyyyy, mis hijoooooos”.
  2. El nahual. Su nombre, nacido del náhuatl, significa doble o proyectado. Según la tradición, los dioses aztecas, mayas y toltecas poseían la facultad de adoptar formas animales para interactuar con el ser humano. Además, cada persona, desde su nacimiento, poseía el espíritu de un animal, llamado nahual, que se encargaba de protegerla y aconsejarla. Sin embargo, mediante la magia, los brujos y chamanes podían establecer un fuerte vínculo con su nahual, incluso lograban transformarse en su animal guía. Ese don, cuenta la leyenda, solía ser usado para propósitos malignos. Por ello, a los nahuales normalmente se les teme. Ay, nanita, “hasta el viento tiene miedo”.
  3. El chupacabras. En la década de los 90 en México comenzó a circular información de animales muertos en extrañas circunstancias. Los cuerpos tenían extrañas marcas en el cuello. No mostraban signos de haber sido devorados por un depredador, sino que fueron horriblemente mutilados, sin rastro de sangre, de ahí el nombre “chupacabras”. Durante la ola de casos, las descripciones de los testigos coincidían en gran parte: Pelo largo y grueso de color gris oscuro, podía levantarse y caminar con dos patas, alcanzando poco más de un metro de alto. Sus antebrazos eran cortos, colmillos agudos y unas enormes garras.Otros testigos aseguraban que tenía una especie de cresta y alas. Un mito de la década marcada por una de las peores crisis económicas.
  4. El Charro Negro. Dicen que era un hombre robusto, alto, moreno claro y siempre vestía como un charro. Dicen que acostumbraba a ir los domingos por la tarde a la plaza, ahí cantaba a capela y hacia resonar su látigo sobre el pavimento. Cuenta la leyenda que un día en su rancho se encontró con un bulto: Era un bebé de piel muy blanca, los ojos azules y regordete. De pronto el rostro del niños se transfiguró, los ojos se le tornaron rojos y de sus pequeños labios se asomaban dos grandes colmillos. Babeaba una sustancia verdosa. El Charro murió inmediatamente. Desde entonces el hombre vestido de negro suele aparecerse en atajos y veredas para advertirle a la gente que cambie de camino y evitar el contacto con el infernal niño que le dio la muerte. Lo curioso es que algunos dicen que lo han visto sin cabeza. Dicen que también así se llama la mezcla de tequila con refresco de cola, cuya abuso te hará ver apariciones. Dicen.
  5. Los chaneques. En náhuatl significa “los que habitan en lugares peligrosos” ó “dueños de la casa”. Son dioses menores de la mitología mexicana. Entidad asociada al inframundo cuya principal actividad es cuidar los montes y los animales silvestres; presenta diferentes aspectos, de los cuales destaca el de pequeño hombre (o mujer). Estos seres habitan los bosques y selvas y cuidan de manantiales, árboles y animales silvestres. Se cree que son capaces de asustar a la gente. En la actualidad, los chaneques son espíritus traviesos con aspecto de niños que esconden cosas y se aparecen a la gente distrayéndolos para hacerles perder el camino o desaparecerlos.