A los 52 años de edad, el maestro de música Francisco Javier, vivía con fatiga, dificultad para respirar, mareos, tos, tenía 14 kilos de más por retención de agua; arritmias cardiacas y pulsaciones anormales.
Su corazón era más grande de lo normal. El diagnóstico: trastorno del ritmo cardiaco o fibrilación ventricular, es decir, su corazón tenía actividad eléctrica, pero no efectividad mecánica, con un ritmo ventricular rápido e irregular.
La cardiomegalia causa daños en el tejido muscular que provocan que el órgano deje de bombear normalmente, lo que puede llevar a la muerte instantánea.
Revive tres veces
Francisco Javier acudió al Centro Médico Nacional 20 de Noviembre con un cuadro de bronquitis aguda; internado, a las pocas horas tuvo su primera muerte súbita cardiaca o paro cardiaco súbito. A esto seguirían otros dos. Fue reanimado en tres ocasiones distintas por especialistas de esta institución.
“La parada cardiaca súbita es causada por una falla eléctrica del corazón. Se confunde a menudo con un ataque al órgano, que es provocado por un problema de circulación. Se caracteriza por la muerte de una porción del músculo cardiaco, que se produce cuando se obstruye completamente una arteria coronaria”, explica el médico cardiólogo Robledo Nolasco.
En cuestión de segundos la persona pierde el conocimiento y deja de tener pulso. Sólo el tratamiento médico de urgencia, como la reanimación cardiopulmonar (RCP) y la desfibrilación externa pueden evitar la muerte por paro cardiaco súbito o muerte súbita cardiaca en el instante, detalla Robledo Nolasco.
“La gente sabe qué hacer en caso de que una persona caiga súbitamente desmayada para así asegurar la continuidad de la cadena de supervivencia en lo que llega la ambulancia”, comenta Nolasco.
En México no hay estadísticas sobre decesos por esta causa. Existe sólo un acuerdo que emitió el pleno del Consejo de Salubridad General (CSG) en sesión ordinaria del 23 de noviembre de 2012, en el que se exhorta a los propietarios y responsables de establecimientos con grandes concentraciones de personas (mayor o igual a 500 personas), así como a las ambulancias destinadas a la atención de emergencias, a contar con desfibriladores automáticos externos en sus instalaciones, pero esto aún no está suscrito en una ley”, agrega el especialista.
El desfibrilador puede ser operado por cualquier persona con un entrenamiento mínimo dentro de un lapso de cinco minutos a que sobreviene la arritmia, lo cual propicia una mayor oportunidad de llegar al hospital para ser atendido de emergencia. Se le considera un soporte básico de la vida.
Muerte súbita cardiaca
Entre 33 mil y 53 mil decesos anuales en México se dan por muerte súbita cardiaca, en su mayoría ligados a enfermedad esquémica del corazón, reporta la Clínica de Arritmias y Marcapasos del Departamento de Cardiología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, a través del artículo Conceptos actuales sobre la muerte súbita.
En México, el tiempo promedio de atención de una emergencia cardiaca que ocurre fuera de un hospital es mayor de cinco minutos, que disminuye las posibilidades de supervivencia de una persona, así como su recuperación sin secuelas permanentes.
Alta tecnología para el corazón
Francisco Javier es sometido a un procedimiento de alta tecnología con hemodinamia (estudio anatómico y funcional del corazón); con un mapeo tridimensional cardiaco, que es un novedoso sistema para ayudar en el tratamiento de las arritmias, y con una cirugía consistente en ablasión cardiaca, un procedimiento que se utiliza para crear cicatrices en pequeñas zonas del corazón y así evitar problemas del ritmo cardiaco.
“Me han dicho que soy candidato a un trasplante cardiaco, pero que antes seré sometido a este procedimiento de alta tecnología que controlará mi arritmia. Ya no podíamos esperar una cuarta muerte súbita y vivir en el hospital como lo he hecho durante los últimos tres meses”, dice el profesor, que se sabe un sobreviviente.
Antes del trasplante es necesario que en los próximos meses reciba un desfibrilador automático (DCI), que es un aparato eléctrico similar a un marcapasos, pero más completo, con la capacidad de detectar y tratar distintos tipos de taquicardias.
Es un dispositivo del tamaño de una caja de cerillos que ayuda a que el corazón mantenga su ritmo normal a través de descargas eléctricas. Este se implanta debajo de la clavícula.
Robledo Nolasco lo llama “el último camión de la vida”, es el último recurso para el corazón cuando se han agotado todas las demás opciones y no queda más que el trasplante.
Explica que “de ahí la importancia de agotar todos los recursos posibles antes de que el paciente reciba un trasplante. Por ahora erradicamos el disparador de sus arritmias, pero durante los próximos cinco años Francisco Javier deberá ser vigilado muy de cerca”.