Véndele a la mente, no a la gente. Suena a eslogan marketiniano, porque lo es. Pero la frase, sacada de un libro del experto en neuromarketing Jurgen Klaric, podría también servir para ilustrar la manera en la que los partidos políticos están leyendo nuestras mentes para sacarnos el voto. O al menos, intentarlo.
Cuando toca hablar de neuromarketing, hay una metáfora peliculera que se cita de forma recurrente. Estamos en Minority Report y Tom Cruise camina por un centro comercial mientras es bombardeado por anuncios personalizados.
Un escaner de ojos instalado en la entrada de una tienda identifica al sujeto y las pantallas “inteligentes” comienzan a asediarle con recomendaciones de productos que se basan en su comportamiento la última vez que estuvo allí, llamándole incluso por su nombre.
En el futuro, se espera que la tecnología permita no sólo reconocer al cliente y recomendarle en base a compras previas, sino también interpretar sus gestos, leer su estado de ánimo, medir sus reacciones y hasta sus constantes vitales, para ofrecerle productos “a la medida” de esas variables.
Esa tecnología aún no existe exactamente, pero esa manera de entender la publicidad en el punto de venta podría estar entre nosotros muy pronto. Y podría, también, ir mucho más allá de las tiendas y de la mera función comercial.
Los principios del neuromarketing son claros. Se trata de aplicar técnicas propias de la neurología para estudiar los efectos que un determinado estímulo causa en el cerebro de los consumidores.
Fuente: Playground