En todas las relaciones personales la sobreexposición genera estragos. Convivir todos los días en un ambiente laboral puede derivar en peleas irreconciliables o en cierta tensión sexual entre personas que no deberían sentirla. Si es bien encausada, la química que surge naturalmente se puede traducir en resultados extraordinarios dentro del equipo y en el mejor de los casos se gana un amigo.
Con lo que hay que tener cuidado es con las relaciones sentimentales (o símplemente sexuales) que comienzan en el trabajo ya que sufren un desgaste mayor que aquellas iniciadas fuera de ese ambiente. No digo que no se pueda, tu pareja puede ser el mejor colaborador, porque, aparte, goza de tu entera confianza. Pero los problemas se magnifican cuando te llevas el trabajo a la cama.
Y si se da un rompimiento y terminas detestando a esa persona, la oficina será insoportable. Imagina ver 8 horas diarias al que, en el mejor de los casos, te rompió el corazón. Y aún cuando no trabajes con tu pareja, estar mucho tiempo juntos puede detonar fricciones inesperadas.
El concepto gringo de “necesito mi espacio” no aplica del todo en la sociedad mexicana, pero se puede adaptar a nuestra realidad tomando elementos que sí funcionen. Un tiempo separados de vez en cuando, acordado previamente por ambas partes, le puede hacer mucho bien a la relación.
Ya sea para darse cuenta de que se extrañan y disfrutar esa sensación, o usarse como indicador oportuno de que algo está mal. ¿Cómo te das cuenta? En el momento en el que ese tiempo libre les resulta más placentero que el que pasan con su pareja. Estar con uno mismo no es señal de que no amen a una persona, es sólo un hábito saludable que puede ocurrir tanto o tan poco como lo requieran.