Por Fat Gab.- Cuando entras a Tinder como gorda ya te sientes en desventaja. Sientes que entras a un catálogo de modelos y luego llega tu foto, con cachetes y pancita y pompas abundantes y pues, no encajas. En un mar de chicas delgadas, el estándar de la mujer ideal de los hombres, entras tú y te ves diferente.Creo que ponerte bajo tela de juicio en esta app es una experiencia vulnerable para todas, pero esto es lo que yo he aprendido en mis aventuras en Tinder.
1. Aprendí que lo mejor es poner fotos reales. Yo puedo ser muy buena tomándome selfies. Me conozco el ángulo perfecto para que la cara se me vea bruta, ojazo, pómulos marcados y cuello delgadísimo. Pero me pone muy ansiosa poner solamente fotos así, siento que estoy engañando a los hombres y maniobrando mi cuerpo para parecer algo que no es. Me da un enfermo sentido de culpa aprovecharme de mi talento con las selfies y después, que cuando conociera al galán, me dijera una patanada como: “Chin… No te veías tan gordita en tus fotos”.
2. Aprendí a presumir mis fotos de cuerpo completo, donde se ve mi escotazo, cadera de Selena, pompa coqueta y piernón. Así, ya todo está ahí, nada de sorpresas para después. Y a quién le guste con todo y mis gorditos y lonjitas, pues que le dé para la derecha. A quién le asuste tanta materia prima de dónde agarrarse, ¡pues next!
3. Aprendí que tengo un lado inseguro muy destructivo. Cuando le daba Corazoncito a algún chico y no hacíamos match, de volada me ponía a pensar en todas las chavas flaquitas que estaban antes y después de mis fotos y cómo me estaban haciendo competencia desleal, poniendo los estándares muy altos para el resto de las chavas curvy que estamos ahí tratando de pescar algo. A lado de tanta flaquita en bikini, seguro que mis cachetes no fueron el hit para ese güerito que no me hizo match.
4. Acto seguido, aprendí a no agüitarme cada que no hacía match. Que yo no le gustara, no significaba que hay algo mal conmigo. No estoy defectuosa, ¡sólo no soy su tipo y listo! Así como no son mi tipo los chavitos con pelo relamido con gel y foto en el antro con pomo en mano. Digo, muy respetuoso. Por eso, hay para todos los gustos, ¿no?
5. Aprendí que las gordas también hacemos muuuchos matches. No por sonar presumida, pero sí hay mercado para nuestras curvas.
6. Pero, dentro de ese mercado, aprendí que hay algunos compradores muy excéntricos y con muchos fetiches. Tipo, quienes se avientan frases de ligue como “me gustan las chavas con mucha carne”. O ya entrados en la plática, preguntas como “¿no te gustaría engordar más?” (Emoji de Guiño sexy). Para nada me ofendo, pero para mí, ser gorda es un estado físico, no toda mi personalidad, así que no me late salir con alguien a quien lo que más le gusta de mí es mi cuerpo y no lo que pienso.
7. Después de un rato (osea varios años y un puño de patanes y corazones rotos), aprendí a darme cuenta de que no me están haciendo el favor por salir conmigo. Así que no tengo que salir con todo el que me dé match. En este mundo de coco wash, en el que estás loca por querer tu cuerpo como es y salir al mundo del dating estando gorda, de repente se te olvida que existen muchos chavos que se mueren por salir contigo, tantos como por tu amiga que es 5 tallas más delgada que tú. Así que NO, no tienes que salir con el primero que te saca plática. Si no te late su vibra o no le está echando ganitas, ni modo. Ya llegarán más. ¡Te lo aseguro!
Al final, tampoco hay que besar a todos los sapos. A menos de que el sapo bese muy bien, ¿no?
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