Hace unas semanas un joven tunecino de nombre Mohammed Bouazizi y 23 años de edad, se inmoló públicamente ante la desesperación por las injusticias que viven en aquel país.
La reacción de la gente no se dejó esperar y una ola de protestas sucedieron de inmediato.
La situación en Túnez se ha tornado crítica en los últimos tiempos.
La clase media se fue a pique, los pobres están en una situación extrema y la familia que ocupa el poder ha visto crecer su fortuna mediante la extorsión y amenazas. Se adueñaron de los negocios de particulares monopolizando la fuerza económica del país.
Con todo esto, la población se siente defraudada y, sobre todo, humillada. El colmo ocurrió cuando el Presidente ofreció dinero a la familia del joven mártir.
La sociedad tomó la calle y ya nada ha podido hacer el régimen para evitarlo.
El reto ahora es llevar este movimiento hacia la democracia y que surjan líderes que lo encabecen. Por lo pronto el movimiento callejero se mantiene fuerte pero sin rumbo claro.