Chef Marlenne Netzahuatl Muñoz
Llegando octubre en la mayoría de los hogares tlaxcaltecas inician los preparativos para la celebración de Todos Santos; las familias trabajan en pequeñas tareas para tener los espacios limpios y listos, acomodar la leña, revisar el horno de barro para el pan, engordar por lo menos un guajolote, seleccionar las calabazas más maduras para el dulce e ir aumentando poco a poco las reservas de azúcar, harina y manteca.
Las plantas de cempasúchil se alistan para abrir sus flores, pronto adornaran altares y panteones. El aroma en el ambiente no es el mismo en esta temporada del año, es una mezcla entre humo e impaciencia.
La fecha se acerca, hay que definir todas las preparaciones y platillos a elaborar, lo tradicional es inamovible: pan de dulce y de sal, dulce de calabaza, de camote y de tejocote usando los recién cosechados del viejo árbol del jardín. Lo especial: las gordas con salsa verde o roja y queso añejo para la abuela, tamales, mole con guajolote o pipián y por supuesto tortillas recién hechas para los otros abuelos.
Huele a humo y a chiles asados. A escasos días de la festividad las labores y la acción aumentan en domicilios, tianguis y mercados, los hornos en las panaderías no dejan de trabajar las hojaldras esponjosas salpicadas de ajonjolí que salen por sus incandescentes puertas pasan de las charolas a enormes chiquihuites cubiertos con impecables servilletas bordadas y tejidas.
El aire arrastra olor a humo e incienso anunciando que la espera pronto terminará.
La fecha llega, las manos de hombres y mujeres se ocupan de mezclar harina, azúcar, levadura, manteca y mantequilla hay que calentar el horno; cocer camotes morados, hacer un puré suave y terso de guayaba y zapote negro en uno de los utensilios más preciados: el metate.
Hay que limpiar tejocotes, sacrificar al guajolote que paseaba feliz por el terreno, poner nixtamal para luego ir al molino a moler para tortillas y tamales y quizá también lo del mole (una licuadora no da el mismo resultado) ir al molino es una odisea y un lugar de reencuentros ahí está gran parte de la comunidad, solo con ver te enteras que doña Mercedes va a hacer tamales de maíz azul, don Alfredo pipián, doña Adelina tamales y mole. El molino huele a cocina de humo.
Falta ir al mercado por la fruta y las figuritas de pepita, a la tienda del Güero por el queso para las gordas, las veladoras y el tequila, el pulque es de las faldas de la Malintzi o de Nanacamilpa.
El día transcurre entre envolver tamales, mover cazuelas, limpiar la casa, preparar la mesa, hay que sacar el mejor mantel, la ocasión lo amerita.
Las ánimas llegan, nos acompañan unas cuantas horas hasta que las campanas anuncian el momento del regreso, cargan un gran itacate saben que tendrán que esperar un año para disfrutar este banquete.
Huele a recuerdos de infancia, a colores y sabores conocidos, huele a familia y tradición.