Despertó La Parca muy quitada de la pena,
en el espejo no vio el reflejo de sus dientes;
corrió a buscarlos hasta en la alacena,
sus ojos se tornaron iracundos y ardientes.
Enloquecida encontró al delfín Cordero;
el suspirante tenía otra dentadura.
Indignada La Flaca ante el cochinero,
por no observar ni tantita galanura:
“Ernesto, esos dientes son solo míos,
¿por qué me hiciste semejante osadía?”
La filosa guadaña provocó escalofríos,
los mismitos que causó la carestía.
De un breve tajo le cortó la cabeza,
Cordero ya no llegará a Los Pinos.
La Flaca se levantó con entereza,
¿cambiará el Palacio de inquilinos?
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