La pérdida de buscar formas que salvaguarden el arte de la representación, o teatro, surge de una carencia de infraestructura para generar conocimiento con bases sólidas.
Este conocimiento debe de responder a las múltiples inquietudes de los destinatarios, incluso para los que tienen la idea de que el teatro no es para ellos.
Hace un mes realicé, junto con unos compañeros, una encuesta en donde intentábamos darnos una idea del consumo de hábitos culturales en los jóvenes dentro de la capital mexicana. De este pequeño sondeo, lo que llamó mi atención fue la escasa y casi imperceptible práctica de ir al teatro, ya sea comercial o de arte.
El síndrome de la sala vacía es un fenómeno no exclusivo de México. Este se ha dado alrededor del mundo, ya que las maneras de entretenimiento se han modificado y dirigido a las nuevas tecnologías.
El problema aquí es que el poco apoyo que se da hacia la investigación dentro del teatro ha hecho que los sondeos se enfoquen únicamente en fenómenos recientes, sin tomar en cuenta la historia que hay atrás del teatro actual.
Así, las instituciones que respalden a el teatro tendrán que funcionar como vehículos sociales, creando una conciencia sobre las posibilidades y ventajas que ofrecen los diversos foros.
Fuente: La primera plana