El doctor John Dean, médico de sexualidad en Reino Unido, comentó: “Cuando el pene está dentro de la vagina se va hinchando gradualmente”, explicó al dar su hipótesis sobre cómo puede ocurrir el problema.
“Los músculos de la base pélvica de la mujer se contraen rítmicamente con el orgasmo. Mientras esos músculos se contraen, el pene se atasca y se hincha aún más”.
Al final, los músculos vaginales se relajan, el pene se descongestiona de sangre y el hombre puede retirarse.
Muchos amos de perros habrán visto a sus mascotas quedarse pegadas durante la copulación. Sin embargo, hay razones anatómicas especiales para que eso ocurra, según Peggy Root, una experta en reproducción animal de la Universidad de Minnesota. El pene de un perro tiene un compartimento que se llena de sangre después del inicio del coito, efectivamente aferrando al macho en su lugar.
El doctor Dean dice haber discutido, a lo largo de los años, con varios de sus pacientes sobre sus experiencias de quedar atascados, más por curiosidad que por que se trate de un problema serio.
Él hace una distinción entre penis captivus y la condición más común y grave conocida como vaginismus, en la que los músculos vaginales de la mujer se contraen involuntariamente, impidiendo el coito.
Dos reseñas de la historia sobre penis captivus, publicadas en 1935 y 1979, resaltan una fascinación de larga data con el tema.
En 1372, Geoffery de la Tour-Landry relató como un libidinoso llamado Pers Lenard “tuvo relaciones carnales con una mujer” encima del altar de una iglesia y que Dios “los ató firmemente a los dos esa noche”.
Al día siguiente todo el condado vio a la pareja todavía entrelazada “firmemente como un perro y una perra”. Tras la pronunciación de oraciones el largo coito de la pareja llegó a su final (aunque se vieron obligados a regresar a la iglesia durante tres domingos, desnudos, y flagelarse públicamente).
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Fuente: BBC Mundo