Anders Breivik, responsable del ataque en Noruega se dijo “obligado a actuar”

Anders Behring Breivik, presunto responsable de los ataques del pasado viernes en Oslo, Nuega, admitió a la policía este domingo ser el autor, pero insistió en que no es criminalmente responsable, de acuerdo con los argumentos de su abogado.

El manifiesto ideológico de más de 1500 hojas que este fundamentalista subió a la red, indica que los incidentes fueron planificados desde años atrás.

Y pese a que el acusado también admitió la autoría del crimen frente a la televisión, también afirmó que fue obligado a actuar para salvar a Europa del multiculturalismo. Sus principales objetivos, declaró, eran miembros adolescentes del gobernante Partido Laborista.

La policía dedicó el fin de semana a registrar la remota granja que fue el más reciente lugar de residencia de Breivik, quien ya fue acusado formalmente de haber plantado explosivos en el centro de Oslo el viernes y de haber disparado horas después contra jóvenes que asistían a una conferencia política en una isla de recreo.

Según el subjefe de la policía noruega, Roger Andresen, se trata de un cristiano fundamentalista de derecha. “No hemos logrado conectarlo con algún grupo islámico”, agregó. Por el momento, afirmó, no hay otros sospechosos.

Una cuenta de Twitter con el nombre y foto de Breivik muestra una sola entrada, del 17 de julio: “Una persona con una creencia firme es equivalente a la fuerza de 100,000 que tienen sólo intereses”, que es una cita ligeramente incorrecta del filósofo inglés John Stuart Mill. Una cuenta de Facebook, presuntamente de Breivik, establece que sus libros favoritos son uno de Mill, Sobre la libertad, El proceso, de Franz Kafka, y 1984, de George Orwell, y que su actividad favorita es la cacería. No fue posible confirmar si dichas cuentas son de Breivik.

Breivik se refirió a sí mismo en su manifiesto como Justiciar Comendador de la Orden de los Templarios y comparecerá este lunes ante la Corte para una audiencia, mientras es evaluado por un médico de la policía.

Fuente: El Economista