“Antes, tener cáncer de mama era pensar en muerte, hoy vivo”

¿Acaso que vos te vas a morir ahora, mami?, fue la pregunta que le quebró el corazón a Etel Melgarejo, quien desde el año 1986 lucha contra el cáncer de mama. “Le dije que estoy enferma y ella me contestó: no te vas a morir, mamá. Y tenía razón: estoy viva”, testimonia la mujer que sufrió la enfermedad desde muy joven, en el marco del Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama.

“Los libros que yo estudiaba en la carrera de Medicina hace 25 años decían en ese entonces que las mujeres que no tenían hijos eran más propensas a sufrir el cáncer de mama, como las que no amamantaban o que eran de edad avanzada o que tenían sobrepeso”, relata.

“Yo no tenía ninguna de esas características, tenía 5 hijos, era una joven de 34 años y tenía un pezón con grietas, que no me gustaba para nada, tenía cáncer”, recuerda.

De profesión médica, Etel recuerda que todo comenzó con esa inquietud que llevaba en el pecho. Ella notaba algo raro en su pezón, entonces conversó con un profesor de la universidad insistentemente hasta que le convenció de hacerle las pruebas, aunque él creía que no le pasaba nada a su pupila. El resultado sorprendió al doctor. Lo que tenía que durar media hora, se complicó. El médico pudo sacar el nódulo de Etel y, al retirar su diagnóstico, se confirmó la enfermedad.

Preocupada por el porvenir de sus pequeños hijos y de su marido, soportó el momento más difícil de su vida: pensar en la muerte, abandonar a su familia. “Antes, 25 años atrás, tener cáncer era hablar de la muerte; yo misma como médica tenía ese concepto, que si tenía cáncer tenía los días contados. Afortunadamente, no fue así, estoy aquí, vivo y bien, siguiendo mi tratamiento”, confiesa.

Al recibir el primer diagnóstico negativo, Etel rememora que se enojó con Dios. “Tenía 34 años y los hijos muy pequeños, yo decía que no puede ser que sea un Dios tan bueno y que yo no pueda cuidar a mis hijos, a quienes con tanto amor traje al mundo y después les iba a dejar solos”, recuerda de ese momento de desesperación y temor.

Desde el momento en que supo que sufría de cáncer de mama, Etel inició su peregrinar por especialistas mastólogos. En la primera contienda contra el mal le extrajeron el nódulo encontrado, luego le sacaron la mama. Ella creía que con eso terminaba todo, porque, según los estudios, ya no había más nada, pero a esta luchadora todavía le aguardaban otras contiendas.

“A los cinco años de esa primera intervención me dijeron: Ya te podés hacer la reconstrucción porque ya estás curada. Sin embargo, a los 10 años volvió con todo el cáncer, sobre todo porque tardó mucho en hacerse el diagnóstico. Cosa que es increíble, teniendo en cuenta que vivo rodeada de médicos”, reflexiona la mujer.

“Sin embargo, a ninguno de los profesionales a quienes consultó se les ocurrió que podía volver el cáncer después de 10 años de pausa. Primero me fui a un infectólogo, tosía y no podía tragar nada, luego a un gastroenterólogo, porque no dejaba de vomitar. Recurrió a realizarse los exámenes en un laboratorio local. Los tests indicaban que algo estaba mal”, comparte.

Fue hasta a un cardiólogo, pero finalmente creyó prudente ir nuevamente junto a su profesor, este le indicó que tenía un ganglio y lo punzó: era una metástasis. Etel tenía un nódulo en el pulmón que ya le comprimía el esófago, estaba complicada por el largo lapso de tiempo que se tardó para el diagnóstico. El único camino que tenía para salvarse era la quimioterapia.

“Cuando empecé la quimioterapia, porque tenía el problema en varias partes del cuerpo, yo les hablé a mis hijos de la muerte, les dije que estamos de paso, que si fuera el momento, siempre estaría con ellos, que tienen que recordarme para que yo esté con ellos”.

Perdió pelo, bajó de peso, eso le afectaba bastante, pero no se dejó vencer, porque no quería que su familia la viera sufrir o sufraiera con ella. Se acostumbró a usar pelucas para verse mejor frente al espejo, aprendió a quererse y a enfrentar todos las consecuencias de la quimioterapia.

Gallarda, Etel soportó las molestias clásicas luego una quimioterapia. Dolores óseos, no se pudo mover. Todo pasó. Su cuerpo respondió de forma extraordinaria. Estuvo cinco años con buen estado de salud después de la quimioterapia, luego la sombra del cáncer volvió, y, para colmo, sufrió un aneurisma que la dejó 22 días en terapia intensiva. Volvió a operarse de ese mal y ahora no tiene ninguna secuela, pero sus médicos le recomendaron que bajara sus esfuerzos en el campo laboral.

En un rápido repaso de su historia contra el cáncer, la madre de cinco hijos, que ahora se dedica a coordinar el área de Pediatría del Instituto de Previsión Social, cree sentirse mejor, dice que lo fundamental es tener la mente positiva y llevar una vida saludable, hacer ejercicios y no estresarse mucho.

“Mi secreto para mantenerme bien es la confianza en Dios, yo creo que él nos da los dolores, pero también nos da su fortaleza. Siempre digo que realmente el Cielo se construye acá abajo, yo siento que todo cambió en mi vida desde que me enfermé. Ahora me ocupo de otras cosas, ya no más de las cuestiones materiales, me importan las cosas simples de la vida y trato de disfrutar al máximo de mi vida, de la gracia de Dios. Tengo la confianza que, cada vez que tengo una recaída, siento que eso me hace mejor y que me acerco un poco más a Él”, resalta la médica.

Un sueño

Hoy, Etel continúa en tratamiento de quimioterapia vía oral y, así como miles de mujeres que sufren y sufrieron este mal, sueña con que alguna vez se conozca la causa de esta enfermedad.

Por ahora, las estrategias de combate al cáncer siguen siendo las mismas: basta con que las mujeres se miren al espejo y pierdan el temor de explorarse el pecho para ubicar alguna protuberancia o algo extraño y acudan inmediatamente a un especialista para tratarse.

Fuente: ultimahora