En 2013, Alejandro Ramos, buceaba a más de 30 metros de profundidad recolectando mejillones, cuando la hélice de una lancha rompió la manguera que le daba aire, por lo que “Willy” se vio obligado a subir rápidamente a la superficie para poder salvarse, sin imaginarse las consecuencias que esto le traería.
Los buzos no pueden salir de golpe cuando se encuentran a más de 15 metros de profundidad, deben hacerlo por tramos y con paradas para permitir la descompresión, ya que de lo contrario el nitrógeno puede quedar en el tejido graso, entrar en el torrente sanguíneo y finalmente retomar su condición gaseosa.
A pesar de que otro bote le prestó una compresora, los expertos afirman que solo pudo completar los primeros 30 minutos de las dos horas que se deben dedicar al ascenso.
Esto provocó que el nitrógeno se expandiera dentro de su cuerpo, lo que puede provocar osteonecrosis o la muerte del tejido óseo por falta de irrigación.
Al llegar al hospital, este hombre estaba hinchado “como un camote”, los médicos le recomendaron hacerse varias resonancias, sin embargo, por la falta de recursos no pudo acceder a ellas, por lo que los doctores trabajaron a ciegas utilizando una cámara hiperbárica, aunque en cuatro años no se vio ningún resultado.
Fue hasta ahora, que el equipo médico de la Marina decidió tomar su caso y ofrecerle atención gratuita, por lo que ya lleva un tratamiento que le ayuda a combatir el dolor, ya que hasta el momento no han confirmado si su condición se debe al buceo.