Brasil es finalista de la Confederaciones

Uruguay fue un rival muy incómodo para Brasil, concentrado, no le daba espacio al equipo de Felipao, que veía cómo la pelota era transportada demasiado tiempo por David Luiz.

Así, el aluvión inicial fue diluyéndose y los nervios comenzaron a aflorar en el campo y en la tribuna. En ese contexto desfavorable, David Luiz cometió una infracción tan clara como infantil sobre Lugano y provocó un claro penal para Uruguay. Era la chance que el campeón de América estaba esperando, el golpe que podría desestabilizar a un rival confundido. Pero no: Julio César, algo adelantado, se estiró y desvió el remate.

Pese al golpe anímico que generó no haber aprovechado tamaño regalo, Uruguay no se desesperó y continuó con la misma fórmula. De hecho, fue el propio público local que, ante la pobre respuesta de su equipo, comenzó a pedir primero a Bernard y luego a Lucas, desaprobando además cada intervención de Hulk.

En el momento en que parecía que la película ya tiene un protagonista y un actor de reparto, la historia dio un giro inesperado. Una jugada bien iniciada por Uruguay pero que parecía extinguirse en la última línea brasileña, de repente cobró vida cuando Thiago Silva intentó un despeje y le cedió la pelota a Cavani. El delantero, ausente de gol hasta el momento en el torneo, remató algo mordido y empató.

Allí, todos los fantasmas que genera el recuerdo del Maracanazo en los brasileños reaparecieron en Belo Horizonte. Los de Tabárez comenzaron a adelantar sus líneas y a mostrar un juego más asociado con un Luis Suárez que le ganaba la espalda a Marcelo, tal vez la cara más patente de un rival que ahora sí estaba tocado. Fue entonces que Scolari decidió mover el banco y le dio el gusto a la tribuna: afuera Hulk y adentro, Bernard, la joven promesa del Atlético Mineiro. El volante de apenas 19 años entró bien, con movilidad y, por lo menos, levantó a un público que estaba apagado.

Pero el envión anímico y futbolístico duró poco. Aunque cada vez defendiendo un poco más atrás, los de Tabárez se las ingeniaban para frenar los avances del local. Hasta que, como si fuera una repetición de lo ocurrido en la primera etapa, la Celeste se descuidó en un tiro de esquina y Paulinho facturó para poner el 2-1.

Ya sin demasiado tiempo, Brasil dejó transcurrir los instantes finales ante un público que celebraba el pase a la final, mientras Uruguay, ya sin piernas, al menos dejaba la imagen de haber vendido muy cara la derrota.