Para tomar decisiones, necesitamos estimar el valor de los estímulos sensoriales y el motor de las acciones; así como su “bondad” y “maldad”. Podemos imaginar que bueno y malo son las terminaciones de un determinado valor o dimensión.
Esto es parecido a los que sucede con la dimensión de la sensibilidad de la luz, que va de oscuro (en uno de los lados) hasta luz brillante (en el lado opuesto), con muchos matices y grises en medio.
Un reciente estudio, realizado por Christopher D. Fiorillo, profesor asociado del Departamento de Ingeniería Biológica y Cerebral del Instituto de Ciencia y Tecnología Avanzada de Corea (KAIST), demostró que las neuronas secretoras de dopamina son sensibles al valor de la recompensa, más no al valor de los castigos. Esto demuestra que la recompensa y la aversión son representadas en el cerebro como dos dimensiones discretas o categorías diferentes.
Los modelos pasados de comportamiento y aprendizaje se basaban en un valor continuo, y se había propuesto que un grupo particular de neuronas (células cerebrales) que emplean dopamina como neurotransmisor (mensajero químico), representan la dimensión singular del valor, y es a partir de ahí que sabemos diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.
Los resultados de los estudios sugieren que existen cuatro neurotransmisores que representan estas dos dimensiones de valores (bueno y malo), en lugar de uno sólo como el de la dopamina, que representa una sola dimensión.
La “recompensa” se refiere a la categoría de cosas buenas (agua, comida, sexo, dinero, etc.), y en el “castigo” entran las cosas malas (estímulos asociados con daños al cuerpo que causan dolor u otro tipo de sensaciones y emociones no placenteras.
Las señales de dopamina se evidencian con las recompensas (ganancias) y otros neurotransmisores lo hacen en contra de ésta (pérdidas). De esta misma manera, debe haber un neurotransmisor que se active con señales de peligro y otro con señales de seguridad.
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