“El conflicto entre Carmen Aristegui y MVS generó como efecto secundario un nuevo episodio de antisemitismo, que tan extendido está en nuestro país”, asevera José Antonio Crespo en su columna de El Universal.
Hace alusión al caso de Ezra Shabot, colaborador también de MVS, quien rechazó la exigencia que le hacían seguidores de Carmen de igualmente renunciar a la radiodifusora.
“En todo su derecho, Ezra dijo que respetaba y lamentaba la decisión de Carmen, pero que él no tenía problemas con los directivos de MVS, que no sentía que le coartaran su libertad de expresión y por tanto no tenía motivos para renunciar a su cargo como conductor”.
Desafortunadamente esto le ha causado una serie de ataques a su persona, su familia y a toda la comunicad judía en México.
“Ezra empezó a recibir descalificaciones, insultos y amenazas por ser de origen judío. Se puede estar de acuerdo o no con las opiniones de conductores y periodistas (no siempre concuerdo con las opiniones de Ezra), pero eso no justifica que se descalifiquen tales opiniones no con argumentos, sino con prejuicios ad hominem (por la raza, situación social, nacionalidad, preferencia sexual o religión). Lo que sucede es que no somos precisamente una cultura democrática ni liberal.
Somos un pueblo racista, clasista, homófobo y antisemita; es decir, fascista. Parte de la izquierda que se dice democrática y progresista, en realidad profesa el estalinismo, y parte de la derecha es falangista. Tratamos de construir una democracia política sobre cimientos culturales altamente antidemocráticos, plagados de prejuicios medievales. Quizá por eso el proyecto democrático no acaba de asentarse, sino que se desvirtúa una y otra vez, y ello se debe no sólo a la clase política, sino a que es reflejo de una sociedad profundamente intolerante y antidemocrática”.
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