En punto de las seis de la mañana de este histórico 21 de Diciembre y ante los augurios catastróficos del supuesto fin del mundo, un cielo nublado, pero aún así, imponente la pirámide de Kukulkán que lentamente comenzó a recibir gente, a creyentes y no creyentes de las profecías mayas.
En el alba, aclarando el día, sin sol aún, y en las afueras, en el pueblo más cercano a esta zona maya, Pisté, decenas de indígenas mayas vestidos de blanco con velas en las manos celebrando a la cultura maya, más no el fin del mundo, porque dicen que mienten quienes calumniaron a este inteligente civilización.
Llegaron visitantes de todo el mundo, prensa nacional y extranjera, para narrar los pormenores de esta fecha.
Desde las seis de la mañana pudieron pasar las primeras personas, quienes a unos metros de la pirámide principal de Chichén Itzá oraban, otros más con manos entrelazadas y muchos de ellos luciendo cuando menos una prenda blanca.
En tanto el INAH y el Patronato Cultural dispusieron vigilancia extrema, previendo el cuidado de los monumentos arqueológicos. Olor a incienso, con la claridad del día, las ideas, ellos no dijeron que se acabaría el mundo.