Código de barras cumple 60 años

La combinación de rayas y espacios, una suerte de código morse gráfico, facilitó el crecimiento de los grandes supermercados y continúa utilizándose para controlar el stock en la era de las ventas online.

Según uno de los organismos internacionales que regula la adjudicación de estas “huellas dactilares” del comercio, GS1, hay más de cinco millones de códigos de barras únicos e individuales en uso en todo el mundo.

En supermercados, las tiendas de ropa; hospitales, donde permiten identificar pacientes y localizar equipos de forma rápida y eficiente, o en la logística detrás de los servicios de courier o la distribución de mercancías.

El 7 de octubre de 1952, dos estadounidenses patentaron el hoy ubicuo código de barras, y entraron en la historia. Sin embargo, no sería sino hasta dos décadas más tarde que su invento se volvería apto para la comercialización global. Antes, simplemente no existía la tecnología láser necesaria para leerlos de manera práctica y económica.

Las distintivas franjas blancas y negras, en su primitiva versión linear, se utilizaron por primera vez en un supermercado de Ohio para escanear un paquete de goma de mascar de la marca Wrigleys.

Luego vendrían las versiones circulares y hexagonales, y más tarde aparecerían códigos legibles de dos dimensiones. La última innovación en este campo sería el código QR (del inglés Quick Response o “respuesta rápida”), un conjunto de puntos que contiene muchísima más información que la combinación de rayas original.

Sin embargo, sirven a distintos propósitos, y el concepto de las franjas blancas y negras está lejos de desaparecer.