El próximo lunes, 25 millones de niños y adolescentes comenzarán clases. A pesar de las amenazas, sí van a encontrar papas, pestelillos y refrescos en la tiendita de su escuela.
La pregunta es: ¿por qué se echaron para atrás después de tanto tiempo de convencernos que lo mejor era eliminar la comida chatarra de las escuelas?
La respuesta está en los números. De acuerdo con cifras del periódico La Jornada, implementar la medida hubiera beneficiado al sector salud en 13 mil 743 millones de pesos, al reducirse la población con obesidad. A esto hay que sumarle el aumento en productividad de la población y el incremento en la venta de frutas y verduras.
Por otro lado, todos los alumnos de las escuelas de prescolar, primaria y secundaria gastan, en promedio, 19 mil 400 millones de pesos en papas, botanas, pastelitos, refrescos, en fin, toda la comida chatarra que tanto nos gusta.
Así que, el próximo 23 de agosto que lleguen los niños a las escuelas no van a estar decepcionados, aunque habrá que advertirles que algunos (no muchos) productos sí serán removidos, y gradualmente van a ver el contenido calórico de su lunch disminuir.