Sófocles afirmaba: “Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”. Porque no se puede controlar ni esconder todas las conductas.
Mentir es un acto consciente y deliberado. Hay dos formas básicas de mentir: la primera es ocultar, retener cierta información sin decir nada que no sea verdad y la segunda es falsear, y se basa en presentar la información falsa como si fuera cierta.
El ocultamiento es pasivo, mientras que el falseamiento es activo.
Generalmente la persona que oculta suele sentirse menos culpable que la que falsea, aunque en ambos casos las consecuencias pueden ser igual de perjudiciales para sus víctimas.
Por lo general, la gran mentira se teje con el tiempo. Se empieza con un engaño banal, al que sigue un segundo engaño algo mayor. A veces no pasa nada, y el mentiroso no es detectado.
Cuando se cae en una tercera y subsecuentes mentiras el engaño es mayor, hace más daño a los involucrados, tanto al que miente como al que recibe las mentiras y a quienes se afecta con las mimas.
El mentiroso entra en un proceso que no conoce límite hasta que comete algún error y es desenmascarado.
El mentiroso habitual se crece hasta que, creyéndose más listo que los demás, relaja el control y baja la guardia, momento en el que comete un desliz y es descubierto.
¿Qué pasa con una mentira que se teje por años?
Alexander Pope decía que el que dice una mentira está obligado a decir veinte más para sostenerla.
Para mentir por años se requiere de una buena memoria para recordar la serie de mentiras que ha hilado.
Otra complicación de mentir es que en el curso de la mentira solemos improvisar respuestas a preguntas que no habíamos previsto, creando un montón de mentiras adicionales.
¿Cuánto tiempo puede tardar una mentira en ser descubierta?
Los sicólogos dicen que no es fácil que la mentira, especialmente la mentira reiterada, dure siempre.
Sófocles afirmaba que “una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”, porque el mentiroso no puede controlar ni esconder todas sus conductas.
Sin embargo, pueden pasar años, muchos años, sin ser descubierta. Hay historias de mentiras que se descubren hasta que el mentiroso muere.
¿Cómo descubrir a un mentiroso?
La mentira se desenmascara por errores que comete el mentiroso. No hay garantía de que los cometa. Pero lo normal es que lo haga.
Y aun en el caso de grandes mentirosos, nadie puede controlar todo lo que ocurre a su alrededor ni evitar que un suceso fortuito le delate.
Hay, dos indicios fundamentales del engaño: los indicios revelatorios y los indicios de comportamiento mentiroso.
En el primer caso se trata de manifestaciones que hacemos sin querer y que ponen de manifiesto la verdad; por ejemplo, mentimos afirmando que estamos reunidos con el jefe, y a los tres días accidentalmente negamos haber hablado con él.
En el segundo caso, el mentiroso, sin decir nada que le delate específicamente, se comporta de manera que revela que lo que nos está diciendo no es cierto.
Los indicios revelatorios son más fáciles de controlar que los de comportamiento.
Saber lo que uno está diciendo es relativamente fácil, mientras que conocer lo que nuestra expresión verbal o facial revela es complicado. Además, la expresión facial está conectada con zonas del cerebro vinculadas a las emociones, que son de difícil control voluntario.
Es posible que con la voz y los gestos se encuentren pistas para detectar la mentira. Dentro de los indicadores de voz, pausas demasiado largas o frecuentes, y vacilaciones al empezar a hablar cuando nos interpelan, son una alerta.
Y dentro de los gestos, un parpadeo inusualmente rápido o la incapacidad de sostener la mirada serán claramente delatores.
Las consecuencias
Mentir tiene fatales consecuencias para las relaciones. La confianza se teje poco a poco, y se rompe con una sola mentira.
Tras una mentira podemos obtener el perdón, pero seremos objeto de sospecha en adelante. Se necesitarán muchas verdades y mucho tiempo para volver a merecer la confianza de aquel a quien hemos mentido.