¿Cómo llega la izquierda al 2012?

Después de las elecciones en Nayarit, Coahuila y el Estado de México de México, con todo el ánimo democrático, la izquierda mexicana debe comenzar a hacer un análisis profundo para identificar sus fortalezas y debilidades en la antesala de la contienda presidencial que ocurrirá el próximo año.

Por lo pronto, en una evaluación superficial, la izquierda llega al 2012 completamente desdibujada, ideológica y electoralmente hablando. Aunque aparentemente unidos, porque supuestamente el factor de la unidad lo apuntaló Alejandro Encinas en el proceso electoral mexiquense, lo cierto es que no es así. Ni en el PRD, ni en Convergencia, ante las fracturas evidentes, conviven grupos alineados con una misma visión de Estado y de gobierno, mucho menos de oposición.

En tanto, el partido que se identifica eminentemente como de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), llega a su cita con la Historia del 2012 confrontado y secuestrado en su estructura por dos “tribus” principalmente: la presidencia ocupada por Nueva Izquierda, es decir por los “chuchos”, y su Secretaría General  por la corriente “Izquierda democrática”, es decir por Dolores Padierna y su esposo René Bejarano.

En lo que respecta a las aspiraciones presidenciales de la izquierda, la división -que en ocasiones parece irreconciliable- también es clara: por un lado, Marcelo Ebrard que sueña con ser como Barack Obama o como Lula de Silva y por el otro lado Andrés Manuel López Obrador que imagina ocupar el poder público a través de su Movimiento de Regeneración Nacional.

Y es ahí, en la división, donde se encuentra la principal debilidad de la izquierda mexicana, sin contar que a nivel programático también carece de una propuesta concreta que resulte competitiva en la elección que se viene el próximo año, puesto que las posturas radicales son propias del siglo pasado. La izquierda, tanto partidista como aquella que ese encuentra en la sociedad civil, hoy está desolada e incluso huérfana de líderes.

Así, un proyecto ubicado en el centro político, incluyente e ideológicamente diverso, que no se haya en ninguno de los polos extremos del espectro político, comienza a verse como la opción de futuro para el país.