Cómo “Mirar el pasto del vecino” en los tiempos de Internet

“Siempre el pasto del vecino es más verde” reza el dicho popular. En tiempos en los que las casas tenían patios y jardines, y uno salía a dar la vuelta, porque no había mucho que hacer o había tiempo para pasear, uno miraba el pasto del vecino y siempre, en comparación con el nuestro, parecía más verde.

Dependiendo de cómo seamos, rondaran preguntas, pensamientos, emociones y acciones respecto al pasto “más verde del vecino”, las posibilidades son infinitas (claro, unas más positivas en sus efectos que otras):

Habrá quien admire el pasto y deje pasar el asunto, quien investigue qué hacer para que su pasto luzca igual, quien se haga amigo del vecino para disfrutar de ese pasto, quien por la noche vaya a podarlo o a rociar veneno para que deje de crecer más verde, quien se dedique a correr el rumor de que fue con malas artes que el vecino logró ese pasto más verde, quien evitará caminar por esa acera para no mirar el pasto del vecino, etc., etc., etc.

Gracias a la tecnología ahora ya no son “pastos”, sino “muros” y ya no tienes que salir de casa para ver el “pasto del vecino”. Cualquier día y hora, desde la comodidad de tu casa, o la oficina, o donde quiera que puedas conectarte al Internet puedes “mirar” los “pastos” de tus vecinos, amigos, familiares, compañeros de oficina o colegio.

Y entonces parece que el pasto ajeno es aún más hermoso que antes (con la excepción de aquellos que publican puras tragedias, quejas o basura emocional): todo mundo está viajando, divirtiéndose, amando, teniendo hijos y disfrutándolo, siendo muy inteligente, teniendo un gran trabajo, una gran familia, una gran conexión con Dios, comiendo en lugares increíbles, corriendo aventuras, viéndose y sintiéndose increíble, siendo felices, etc., etc., etc.

Y ahí estas enfrente de la computadora, un día de esos en los que crees que el sol no salió para ti, despeinado, en pijama, solo, comiendo lo último que quedo en el refri, con deudas, con dudas existenciales, laborales, corporales y familiares, disgustado con la vida, con tu entorno y con todos, viendo esos hermosos “pastos”.

Algunos estudiosos de las redes sociales y su impacto han estado investigando y señalan que a algunos usuarios les genera tristeza el “mirar” las publicaciones de sus contactos. Las comparaciones nunca han sido buenas y menos cuando nos ponen en tan grande desventaja, por eso te propongo lo siguiente ante un “ataque” de tristeza o del moustro de los ojos verdes mientras recorres las redes sociales:

– Detente y mira en ti y a tu alrededor, has un ejercicio de agradecimiento por todo aquello que sí tienes, aprecia y dale el justo valor a aquello que has logrado, no te restes mérito, observa lo que te hace ser quien eres, el lugar que tienes en el mundo y el potencial que tienes para crecer; reconoce los pasos que has dado para estar donde estas, con quien estás y lo que sea que estés haciendo.

– Recuerda que esos “vecinos de pastos más verdes” son personas que conoces y que por alguna razón están dentro de tus “amigos” o contactos, si en verdad te gusta lo que están haciendo o viviendo y en serio también lo quieres para ti y tu vida, acércate, pregunta y aprende como puedes hacer para tener eso en tu vida, seguro te sorprenderás de lo que escuches.

– Apaga la computadora, sal y crea una vida que te guste, construye momentos para ti, no para ser publicados sino para que tu corazón y tu alma vibren.

– Todos decidimos que publicar y que no (aunque parezca que hay quien publica “todo” de su vida) y de igual forma puedes decidir que ver o que no ver, y aún más importante, puedes decidir qué efecto tendrá en tu vida lo que mires publicado en el muro de las personas que tienes como contactos.

– Si bien lo que publicamos dice algo de nosotros, de quienes somos, lo que nos gusta, lo que hacemos, pensamos, sentimos y vivimos, lo que aparece en las redes sociales no es el 100% de la realidad; así como los recuerdos, la publicidad e incluso la pornografía, sólo son instantáneas tomadas y publicadas fuera de contexto, son fragmentos, uno no sabe en realidad que hay detrás de ese viaje, esa compra, esa sonrisa, esa aventura, esa cena. Recuerda, no eres lo que publicas (y los demás tampoco los son).

Y por último, pero no por eso menos importante, deja el mal hábito de la comparación y la victimización, la vida que tienes es tuya, es lo que tú has decidido hacer con ella y siempre puedes decidir hacer cosas distintas… publicables o no.

Por Déborah Buiza G.