Gracias a los datos aportados por la caja negra que registró las voces, los investigadores manejan información segura sobre los últimos minutos del vuelo 4U-9525 que iba de Barcelona a Düsseldorf. La prensa alemana aportó además un dato inquietante: duarnte varios meses durante 2009, el joven sufrió de depresión y del síndrome de agotamiento conocido como “burn out”.
La conferencia de prensa del presidente de Lufthansa, Carsten Spohr,fue extremadamente tensa. Con voz entrecortada, el ejecutivo confirmó que Lubitz había interrumpido su entrenamiento como piloto durante varios meses en 2009, pero se negó a dar los motivos por tratarse de un asunto “confidencial”.
Según averigüó el semanario Der Spiegel, sus compañeros hablan de síndrome “burn-out” (agotamiento) y depresión. Las mismas fuentes hablaron de “problemas psicológicos”.
“Estaba contento con su trabajo”, señalaron en cambio quienes lo conocían del LSC Westerwald, un club de vuelo deportivo que queda a sólo cien metros de la casa de sus padres, ubicada en un barrio tranquilo de casas con amplios jardines.
“Era miembro de nuestro club. Un joven agradable, como cualquier otro, no podemos imaginar que haya hecho algo así”, confesó un directivo. Otra vecina dijo al diario “Rhein Zeitung” que ser piloto era su sueño y “lo había cumplido”. Los padres del Lubitz se encuentran en el sur de Francia, como el resto de los familiares de las víctimas, pero separados del resto.
Desde entonces, Lubitz trabajó como asistente de abordo, después completó el entrenamiento y dio las pruebas para piloto sin problema en la escuela de Lufthansa en Bremen, en el norte de Alemania.
“Aprobó todos los exámenes medicinales y de vuelo, todas las pruebas y controles, era apto al cien por ciento sin restricciones”, señaló el presidente de Lufthansa, Carsten Spohr, en una breve conferencia de prensa. “Solo se puede especular sobre los motivos, no tenemos ninguna información sobre qué llevó al copiloto a estas acciones”, destacó.
Fuente: Clarin