¿Cuáles son los órganos menos indispensables?

La mayoría, aseguran que tenemos una serie de órganos a los que la evolución les ha despojado de funciones. Son los conocidos como vestigiales, desde que Robert Wiedersheim acuñó este término en 1893 al publicar una lista con 86 de estos órganos, rebatida en muchos casos por la comunidad científica.

El primero del listado, sobre cuya inutilidad hay bastante consenso, es el apéndice. Su función era digerir la celulosa de los vegetales que comían nuestros ancestros hervíboros, pero ahora solo nos enteramos de que existe cuando provoca un dolor que acaba con su extirpación.

Igual sucede con las muelas del juicio. Nuestros antepasados las usaban para comer huesos y carne cruda, pero al refinar nuestra dieta no tienen función real. Y tampoco tiene mucho sentido conservar la plica semilunaris, un vestigio de tercer párpado que tenemos junto al lagrimal y que, según los expertos, utilizábamos para lubricar y limpiar el ojo.

Durante mucho tiempo, las amígdalas se han considerado inservibles, y en cuanto había inflamaciones recurrentes, se extirpaban. Ahora sabemos que son la primera barrera ante las infecciones de garganta.

Otros órganos vestigiales son: el órgano vomeronasal (que funciona en los animales para detectar las feromonas); el tubérculo de Darwin (una protuberancia en la parte superior del pabellón auditivo que también tienen los monos) y el coxis humano, como un “recuerdo” de cuando teníamos cola (de hecho aún hay algunos casos en los que se desarrolla).

Además, cuando el hombre habitaba en las grandes estepas y rodeado de peligros, el pelo y sus músculos erectores tenían una función protectora. Sin embargo ahora, con las circunstancias de confort y sin depredadores a la vista, ya no sirven para nada. Aunque hay quien alega que este fenómeno, el de poner los pelos de punta, se ha reconvertido en una reacción emocional.

 

Fuente: Quo.es