De eventos inesperados… No corro, no grito, no empujo

Pasa un día y otro igual, Jaime Sabines escribiría “…pasa el lunes y pasa el martes y pasa el miércoles y el jueves y el viernes y el sábado y el domingo y otra vez el lunes y el martes… la vida pasando como estas palabras.

Lunes, martes, miércoles, enero, febrero, diciembre, otro año, otro año, otra vida.”, aparentemente pasan los días y nosotros en perfecto control de la vida y de las cosas, tenemos las riendas en nuestras manos.

Pero un día cualquiera, la vida da un giro, en un segundo aquel “mundo” cambió y caes en la cuenta de que no eres omnipotente y no todo está en tus manos, ni depende de ti. Sin dramatismo, la vida es así.

Que alguien te ame como necesitas ser amado; que se enamore de ti como tú de él y te lo exprese como tú lo necesitas; que te dejen de amar, que se enamore de alguien más o te perdonen. Lo que las personas piensan y digan de ti. El día y la hora exacta en que sucede un embarazo (o no). El diagnóstico de una enfermedad, el proceso de recuperación o rehabilitación. La muerte inesperada de un ser querido.

Suena la alarma sísmica y mientras te diriges a la zona de seguridad no sabes de qué intensidad será el sismo y que pasará después. Las noticias anuncian un huracán y no sabes a qué hora empezará a llover, cuanto lloverá y cuando se detendrá. Una falla eléctrica o mecánica en el transporte público, una imprudencia de otro conductor, un accidente y sales de circulación.

Una crisis económica, una manifestación… etc., etc., etc., las posibilidades de eventos inesperados y fuera de agenda son incalculables, dicen las abuelitas “uno sale de su casa y no sabes si regresarás”.

Ante tales circunstancias algo dentro de nosotros se mueve, sentimientos y emociones aparecen, en ocasiones abrumadores, invadiendo espacios y actividades, dejándonos vulnerables, expuestos.
Pero ¿qué hacer cuando las cosas están fuera de nuestro control?

No corro. No hay recetas mágicas, son procesos que nos permiten darnos cuenta lo humanos que somos y lo vivos que estamos, por ello dejarnos sentir, sin juzgar, ni buscar respuestas, ni culpables por lo que se está sintiendo, ni explicaciones, puede ser un primer paso, encontrarnos en la emoción y escuchar que tiene que decir.

Situarnos en el aquí y el ahora, enfocarnos en lo que estamos viviendo y tratar de resolver con los recursos que tenemos, pedir ayuda si es necesario y aceptar, a pesar de nuestro ego, que no somos Dios.

No grito. Quejarse, lamentarse y culparse no nos permitirá avanzar, enredarnos en una trama dramática no mejorará las cosas y por el contrario puede ennegrecer y empeorar la situación, es importante pasar a la acción y buscar la forma de adaptarnos a las nuevas circunstancias, de encontrar nuevas herramientas para salir lo mejor librado del asunto.

No empujo. Mirar las cosas desde otra perspectiva, improvisar, sacar toda la creatividad de la que eres capaz, resignificar los acontecimientos, buscar en la experiencia (tuya y de los otros), mantener la calma y no perder de vista que todo acabará pasando y que a pesar de lo inesperado e incontrolable que sean las cosas, si puedes decidir cómo enfrentarlo.

Y recuerda, nunca estará de más, el saber dónde está la puerta de emergencia.

Por Déborah Buiza G.