Decálogo para priístas que quieran blindarse de la “guerra sucia”

A principios de la semana, la cúpula del Partido Revolucionario Institutcional (PRI) acordó diseñar una estrategia para enfrentar los ataques de la “guerra sucia” que surja contra militantes priístas que busquen un cargo de elección popular. Como es bien sabido, los adversarios del PRI  se han doctorado en artimañas y diatribas para aminorar la fuerza tricolor.

En La Primera Plana proponemos a los priístas el siguiente decálogo para blindarse contra la “guerra sucia”, la cual pese a que está prohibida por la legislación en la materia, no deja de aparecer en los procesos electorales altamente competitivos tal como lo previó el Tribunal Federal Electoral.

  1. Unidad. Es bien sabido que la unidad hace la fuerza. Si hay división al interior de las filas tricolores -y de cualquier instituto político- es más fácil que el ataque del adversario tenga efecto negativo en las posibilidades de ganar un puesto de elección popular.
  2. Propuestas. Ante la falta de credibilidad y confianza hacia los políticos y los partidos, la mejor carta de presentación son las propuestas. El electorado recompensará en todo momento campañas propositivas y de soluciones. La ciudadanía, cada vez más consciente de la realidad social y política en que se halla inserta, prestará atención cuando alguien esboce una propuesta antes que una difamación.
  3. Actitud incluyente. La diversidad ideológica enriquece los proyectos políticos. Integrarla en las plataformas electorales y de gobierno siempre será un acierto. El diálogo constructivo con las distintas fuerzas políticas y sociales  será un escudo eficaz frente al ataque sucio.
  4. Escucha empática. Cuando se escuchan y atienden las necesidades de la gente, así como las sugerencias de los  equipos de trabajo y la crítica constructiva de los representantes de los medios de comunicación, se tendrán más posibilidades de llegar a buen puerto.
  5. Ética y política. Los valores universales no están divorciados del ejercicio del poder público. Abanderarlos será la mejor protección para aquellos que busquen ocupar un puesto de elección popular. Se trata de joyas personales que no se ostentan ni se presumen, simplemente se cultivan.
  6. Discreción. Las vociferaciones, los gritos y los sombrerazos asustan. La espectacularidad de las acciones propias abre un flanco para el ataque del adversario. Con sigilo y mesura, los objetivos son más fáciles de alcanzar.
  7. Lo público y lo privado. Mantener clara la frontera entre ambas esferas resulta fundamental. Estar consciente en todo momento que, para las figuras públicas, lo privado tiene un peso específico extra, ayudará a evitar malos ratos. En los tiempos de la inmediatez informativa y de las redes sociales, lo público se confunde fácilmente con lo privado. Sólo hay que tener un poco de cuidado, tal como lo recomendó, el secretario de Organización del PRI, Ricardo Aguilar: no caer en escándalos personales que puedan involucrar las administraciones gubernamentales.
  8. Civilidad. Oídos sordos a palabras necias, indiferencia al insulto y hacer suya la seguridad de que quien nada debe nada teme. Trato amable y cordial y evitar las provocaciones. El gesto cortés siempre será bienvenido, la grosería rechazada.
  9. Enfoque y misión. Que los esfuerzos personales e institucionales estén concentrados en ganar la confianza de la gente y, como misión última, construir un gobierno eficaz cercano a los ciudadanos. No se puede tener, desde la mística del servicio público, otra pretensión.
  10. Interés general. Soslayar el interés particular y privilegiar el bien común es la ruta más adecuada para callar las acusaciones, para neutralizar las difamaciones y echar abajo las calumnias.