El espeleólogo venezolano Freddy Vergara no oculta su emoción ante la maravilla cromática que testificaron sus ojos en marzo, tras el descenso a las profundidades de una enorme cueva en el cerro Auyantepuy, en la Gran Sabana, en el sureste de Venezuela.
Fue descubierta en marzo pasado y podría ser la más grande de su tipo en el mundo, aunque eso todavía está por comprobarse.
La expedición fue llevada a cabo por el equipo venezolano Theraphosa luego de que una abertura fuese divisada por primera vez en 2011 por el piloto venezolano Raúl Arias, a bordo de un helicóptero. “Fuimos a explorar, con la grata noticia de que era un monstruo lo que había allá abajo. Te quedas sin palabras de solo verlo.”
“Ya he detectado varias desde el aire”, explica Arias.”Cuando veo formaciones extrañas, aberturas o posibilidad de aberturas, doy vueltas en el aire para determinar bien de qué se trata. Aún quedan por explorar al menos seis cuevas que he divisado”.
Arias bajó a la cueva como invitado especial, unos 250 metros. Describe lo que vio como “un impresionante mundo de cascadas, de lagos, de guácharos y estalactitas de colores” que se ven sólo con luz artificial, pues de otra forma hay oscuridad total.
La cueva fue llamada Imawarí Yeutá, nombre indígena que designa a una especie de duende y protector de la montaña en la mitología de la etnia pemón. El espeleólogo explica que lograron topografiar un total de 15 kilómetros con 450 metros, aunque -según sus cálculos- la cueva podría tener unos 25 kilómetros en total. Hay salas que miden 130 metros de ancho por 200 metros de largo.
En el caso de Imawarí Yeutá, se trata de una cueva de origen bacteriológico. “Se producen por la acción de bacterias extremófilas (que viven en condiciones extremas), que de cierta forma logran debilitar el núcleo de la cuarcita, lo arenizan y hacen que se erosionen y formen estas estructuras maravillosas, vivas”.
Fuente: BBC Mundo