Desfila en pasarelas el llamado “tercer sexo”

Dice Jean Paul Gaultier que la belleza del modelo Andrej Pejic no es de este mundo. Y debemos darle la razón por partida doble. Tanto porque la androginia de Pejic, deslumbrante y turbadora, es de una perfección que se diría celestial, ya que la fascinación que su rareza de género ejerce entre los tótems de la moda no se corresponde con lo que hoy por hoy el mundo de aquí abajo reserva en lo cotidiano a las personas como él, a los raros como ella.

Para el cierre de su último desfile de la colección primavera-verano 2011 en la Semana de la Moda de París, Gaultier vistió a Pejic de novia. Y Pejic avanzó hacia un imaginario altar imprimiendo a su personaje tal esplendor y convicción que todo el mundo quiso casarse con ella, con él.

Steven Meisel, Teller Juergen, Mert&Marcus, Eugenio Recuenco: tiene subyugados a los fotógrafos más influyentes. Marc Jacobs, Vivienne Westwood, Raf Simons, Galliano, Paul Smith: lo reclaman los modistos más prestigiosos del mundo.

Y Pejic aprovecha el tirón y posa para Vogue París o realiza el más exquisito desfile vistiendo, indistintamente, colecciones de hombre y de mujer. Mientras, en muchas calles, una indefinición de género semejante sigue siendo asunto de alto riesgo. Cuando menos, motivo de incomprensión y de desprecio.

Pejic, por su parte, ha comentado que comparte estrógenos con su amiga Lea T. y que estaría dispuesto a implantarse pechos de silicona con tal de poder desfilar para Victoria’s Secret. Con esas declaraciones, el modelo hace saltar las alarmas más convencionales. ¿Tan perverso puede llegar a ser el afán de notoriedad que fomenta esta sociedad del espectáculo? ¿O son los ensordecedores cantos de sirena de la industria de la moda el brillo cegador de sus promesas? Algunos sospecharán que sí, dado que quien proclama algo tan desconcertante tiene solo 19 años y ya es el foco donde se concentran los ojos más ilustres de la moda.

Porque el matrimonio de Pejic está resultando de los más prósperos del fashion business. Tanto, que ha desembarcado en Nueva York anunciando que no está dispuesto a levantarse por las mañanas por menos de 50 dólares. ¿50 dólares? Así que, en realidad, es un bromista. Sí, ironiza con el fulgor de su éxito tanto como con la extrañeza que suscita la cuestión de su identidad. No solo eso. Con la misma osadía con la que recorre la pasarela vestido de mujer, critica al sistema capitalista, tilda de retrógrada a la sociedad o carga contra la intolerancia del conservadurismo. Dice que, entre desfile y desfile, lee a Trotsky.

Aunque Gaultier ha aportado mucho a su visibilidad, de la integración trans deben ocuparse los políticos, no los diseñadores.

¿De dónde sale alguien así? ¿Es un sofisticado producto de la industria para atraer la atención hacia unas pasarelas intimidadas por la crisis? Para el artista visual Joan Morey, no cabe duda. Experto en propuestas culturales contemporáneas y en tendencias de moda, Morey cree que Pejic “no tiene ningún control sobre su imagen, todo se dispone a modo de intercambio contractual entre su agencia y los clientes“. Michael A. Donas, headbooker de la agencia de modelos Happy Mondays, coincide con esta visión: “Este mundo necesita impactar, reinventarse continuamente. Kate Moss surgió como una alternativa a las mujeres barbies y muy altas.

Los modelos son un producto para vender imagen y él tiene un look andrógino que encaja con lo que le hacía falta al sector. Es su momento”. Que sea el propio Pejic quien insista en que está aquí para ganar dinero induce a Del LaGrace Volcano, artista intersexual y fotógrafa de la comunidad transexual y queer, a matizar la opinión de que constituya un fenómeno mediático más: “En parte, puede ser así, pero alguien que se expresa de ese modo demuestra una excepcional inteligencia y una extraordinaria conciencia de sí mismo. Decir que no es más que un producto del marketing sería negar su personalidad“.

La llegada de Pejic representa una ventana abierta a la rareza de género y, en particular, a la transexualidad. Sus palabras y su imagen traen aire fresco a un paisaje minado de prejuicios y de confusión.

¿Significan estas señales que ha llegado una suerte de «hora trans»? Algunos son escépticos. «Ojalá. En las sociedades occidentales estamos empezando a ser más capaces de convivir con lo transexuales, pero siempre que estén en espacios no amenazantes. No sé si somos tan capaces de convivir con ello cuando es algo más cotidiano y cercano. No sé si no generaría más alarma social.

Fuente: Moda El país