Drama Queen

“Hacer panchos” es una bonita costumbre y muchas mujeres se han convertido en las guardianas de que no se pierda esa tradición, por ello la cuidan y transmiten de generación en generación. En ocasiones, algunas colegas dan cátedras de panchismo en los restaurantes o en lugares públicos, mucha gente las juzga yo no, a mí me dan ganas de levantarme a aplaudirles, darles un Oscar y decirles: “Maestra, es usted grande”.

Como toda habilidad artística, se requiere disciplina para convertirte en la mejor y también se necesita tiempo y experiencia en el arte de hacer panchos. Sin embargo, y aquí viene el problema, ¡yo no tengo nada de eso! Soy una pésima panchera, con lo cual me pierdo las mieles del proceso de reconciliación que vienen casi siempre después de armar un señor escándalo.

No, cuando me enojo recurro a lo que mis parejas han dicho es violencia psicológica: el silencio. Según me han llegado a decir, les doy un poco de miedo porque no reacciono como una mujer normal y dejo de hablar. No importa que les diga que es para serenarme y evitar decir algo hiriente, no, para ellos es puritito maltrato mental, porque no saben si estoy tramando algo como ahogarlos con una almohada en la cara durante la noche o ponerles el pie, o sólo estoy manipulando su mente.

Tomando en cuenta eso, el otro día quise ser un poco más normal y como digna representante femenina armar un pancho. Te cuento, estaba chateando en WhatsApp cuando noté que mi interlocutor no me estaba poniendo mucha atención, para serte sincera yo tampoco porque estaba en medio de una reunión aburridísima, por lo que me puse a practicar este deporte extremo llamado “con un ojo al gato y el otro al garabato”.

Pero cuando vi que no me hacían mucho caso sentí como si fuera una llamada del destino y mi gen femenino me dijo: “Vianey, ahora es cuando, se está poniendo de a pechito, arma un pancho para que luego no te acusen de ser indiferente” entonces me arme de valor y comencé con un…

“Claro no respondes las preguntas que te hago” “No me estás poniendo atención…” cri, cri… a la segunda frase me di cuenta de mi falta de experiencia y que ya se me habían acabado los argumentos para hacer pancho así que de plano le pedí ayuda…

“Oye, ¿qué más hago para continuar el pancho? ¿Qué se hace en estos casos? ¿En qué momento tendría que empezar a llorar?”. Entonces él me escribió: “Ocupa frases como siempre es lo mismo contigo, pero no fuera tu asistente Rosalba porque de ella si estarías pendiente”. “Ahhhh claro, me gusta, me gusta, ¿qué más?” “Ya estoy harta… tenemos que hablar”

Cuando leí eso me rendí, y le dije: “Ay noooo odio esa frase… ya sé, mejor haz de cuenta que te hice un drama y así todos contentos…Por cierto, recuérdame ¿por qué te estoy haciendo pancho?”, efectivamente después de tantos mensajitos ya había perdido el hilo de la conversación; imagínate que para escribir esta colaboración tuve que regresar al principio de los mensajes.

Sí, soy un fracaso haciendo panchos, la vergüenza del género femenino, merezco que me quiten mi suscripción de “Mundo soy Mujer”, pero como siempre digo, no es falta de cariño, es que mi hámster interno (del que te hablaré en mi próxima colaboración) siempre está ocupado en muchas cosas y acá entre nos, creo que le da un poco de flojera perder el tiempo en el dramatime.

Pero entonces estoy ideando una nueva forma de hacer panchos. Verás tomando en cuenta que soy de las que se queda callada podría hacer ¡panchos con mímica! ¿qué te parece? Sería una innovadora forma de practicar el panchismo para que después llegue ¡la reconciliación!