El gobierno de Felipe Calderón ¿dominio o poder?

El pasado 28 de noviembre del 2010 el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa decidió dejar de atender los asuntos de Estado y encabezó el discurso de celebración de los 10 años del PAN, olvidando la seriedad de la institución presidencial, decidió embestir con un mensaje electorero en el que dibuja un país que no existe más que en esas líneas;. Se pronunció, celebrando los avances en  seguridad, educación,  salud, empleo y en economía.

Desde el inicio de su mandato, el presidente Felipe Calderón buscó legitimarse haciendo una alianza con el ejército, debido al clima político propiciado por los resultados de la elección.  El país y el electorado sufrieron una clara división; se generó una polémica en torno a la diferencia del 0.5% en la votación nacional, las propuestas de los contendientes a la presidencia y las declaraciones del ex presidente Vicente Fox.

Al parecer, Felipe Calderón, ante la figura e influencia de su adversario político, quien llenó el Zócalo de la Ciudad de México en repetidas ocasiones, optó por la máxima de Maquiavelo “ lo mejor es ser amado, si no eres amado, que te teman”.

Desde entonces, el presidente dejó en claro su forma de gobernar, su ideario político se basa en el domino  “estás con él o en su contra”.  Sus colaboradores deben ser cercanos, y de habituar sus respuestas a: sí señor Presidente.

Aristóteles definía el  dominio como “la forma de poder en la cual los roles son fijos y no pueden intercambiarse. Las funciones están sometidas  a estructuras rígidas (la relación entre amo y esclavo)”. El dominio es el poder despótico. Su estructura es rígida y asimétrica.

El Presidente tiene el dominio sobre su burocracia, y claramente sobre su partido. Ha impuesto a los últimos tres dirigentes de Acción Nacional, algunos creyeron en la farsa de Madero y Gil que se descubre en su más reciente movimiento de gabinete donde convoca a Gil Zuarth a sentarse en su regazo como Secretario Particular, lejos de sus compañeros de partido que ante su derrota  lo trataron de apestado.

Así, el gobierno que encabeza Felipe Calderón se ha distinguido por no convocar a gobernar a los más destacados; ha preferido  los de su círculo cercano. Se ha caracterizado por hacer cambios frecuentes en su gabinete que no generan estabilidad en los proyectos (cuatro Secretarios de Gobernación), como el más reciente el pasado viernes 7 de enero de 2011, con el que claramente abre camino a su “gallo” para la sucesión en el 2012, el actual Secretario de Hacienda Ernesto Cordero, promoviendo a dos subsecretarios de Hacienda al rango de Secretarios de Estado.

Enfrentó el combate al narcotráfico en nuestro país, una acción frontal contra el narco.  Este ejército nuestro,  respetado por nuestra sociedad, por las acciones realizadas sobre los desastres y emergencias naturales. Hoy  pelea encapuchado en las calles y se han visto incidentes donde el miedo y la confusión los ha llevado a ejecutar inocentes, y otras donde los abusos han sido pavorosos.

En nuestras colonias, barrios y pueblos escuchar una granada o  una balacera se ha vuelto cotidiano, las charlas sobre los secuestros, extorsiones o matanzas están por todos lados.  Queda por sentado que el presidente no aprovechó este espacio para generar una reflexión de Estado, si no que enarboló un discurso electorero y mediocre que lo aplaudió un auditorio, al que por cierto acudieron sus dominados.  Aristóteles dijo que la mejor o más perfecta relación de poder es la política, en la que los que mandan y obedecen no son siempre los mismos y van rotando. Es decir donde hay alternancia.

Todo indica que Calderón no optó por las virtudes de buscar el amor de un pueblo sirviéndolo, si no que lo manipula para obtener su temor.  No buscó la parte del poder político que se enriquece con la pluralidad y la  alternancia.    Y tampoco  da signos de querer jugar limpiamente el próximo proceso electoral; quiere que los que mandan y obedezcan sean los mismos que no  han dado un proyecto para servir a México,  sino un proyecto para dominar sin servir, sin poder, dando un mediocre resultado por  su incapacidad de gobernar.

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