El misterioso caso de ¿qué quieren las mujeres?

Durante años, queridos amigos de todas las edades y características me han preguntado: “¿Pero qué quieren realmente las mujeres? Son indescifrables” y sí, efectivamente no somos fáciles de entender y lo peor es que no venimos con instructivo de funcionamiento integrado. Todo un misterio sin resolver…. Hasta ahora.

Déjame te cuento una experiencia que de jalón me hizo comprender cuál es el común denominador de las mujeres, sin importar edad, profesión, estudios, gustos o disgustos. Imagínate uno de estos días fríos de invierno (yo soy absurdamente friolenta, entonces me congelo a la menor provocación) el playlist de mi ipod se había terminado, así que con todo el dolor de mi corazón me levanté a cambiar la música. Entonces desde el fondo de mi corazón salió un “brrrrrrrr pero que frío hace”. De repente y sin ningún aviso, la persona con la que estaba me abrazó por la espalda con mucha calidez, imprimiendo la fuerza necesaria y recargando su cabeza con la mía. Ufff fue un abrazo riquísimo, me podía haber quedado horas así. Ok, ok, que además tuviera unos brazos de muerte súbita y una espalda quita-alientos ayudó, pero no fue lo único que hizo que tuviera una epifanía y me llegará la respuesta del misterioso caso de “¿qué quieren las mujeres?”. Aleluya, aleluya.

Me sentí como Isaac Newton cuando le cayó la manzana y entendió la teoría de la gravitación. No, no es que quereamos hombres musculosos (aunque no hace ningún daño), lo que todas las mujeres queremos es sentirnos protegidas y cobijadas. Ojo, por favor no hay que tomar las cosas tan literal, no se trata de que el hombre le regale de ahora en adelante mamelucos o frazadas a sus cosimonis, no por favor. Tampoco que se la pasen abrazándonos para que no nos de frío (bueno, a mí sí).

En el fondo lo que esta bonita anécdota trae a colación es que a las mujeres nos gusta saber que el monicosi en cuestión está cuando lo necesitamos, justo en el momento preciso, que no nos dejará solas en esas pequeñas o grandes situaciones donde nos sentimos vulnerables. No importa el tipo de mujer que seamos, todas en algún momento necesitamos sentirnos protegidas, atendidas y consentidas.

Pero al igual que Newton, la manzana fue sólo el principio. La verdad es que cada mujer entiende por seguridad cosas distintas. Ajá, ahí está el truco, si fuera tan sencillo no seríamos mujeres. Algunas su seguridad la basan en los detalles materiales o la estabilidad financiera; otras más en la presencia permanente de sus gorditos; algunas quisieran que sólo apareciera en los momentos precisos y otras más sólo quieren que les repitan mil veces que las quieren.

Eso es ahora lo que tiene que descubrir el hombre ¿qué es lo que realmente necesita su pareja? ¿En dónde deposita ella su seguridad? y es ahí donde el caso vuelve a volverse para la araña y se requerirían los servicios de más de un Sherlock Holmes para encontrar la respuesta. Una forma sencilla, simple y directar es de plano preguntar.