El mundo contra Charlie Sheen

Desde que lo corrieron de la WB a causa de su escandaloso estilo de vida, el mundo se ha dividido en dos: los que están con Charlie Sheen y los que lo condenan, los que lo siguen en twitter y los que lo bloquean, los que admiten de una vez por todas que lo envidian y, claro, los que no.

Los que estamos de su lado somos quienes, ni modo, adoramos a los anti-héroes, ese arquetipo fatal que mezcla inteligencia, ironía y sagacidad con lo peorcito del lado oscuro de la fuerza, es decir, egoísmo y egocentrismo a más no poder. La fórmula es tan exitosa que eso explica, por ejemplo, el éxito de personajes como Jack Sparrow, Tony Montana (Scarface), Dr House y, por supuesto, Charlie Harper, el mujeriego protagonista de Two and a Half Men.

Inteligente, guapo y talentoso, Charlie H. vivía en una lujosa mansión a la orilla de la playa, perfecta para tener una cita distinta cada noche y litros y litros de whisky a su disposición. Era el chico malo perfecto. Magnetismo puro. Que tenía una familia completamente disfuncional, es cierto, ¿pero quién de nosotros tiene una familia perfecta? (¿Ah, verdad?)

Hemos revelado, entonces, el secreto de su encanto a nivel televisivo, pero ahora que la serie ha sido cancelada y que Charlie no es Harper sino el mismo Sheen de siempre, la polémica empieza: que si es un personaje está bien, pero si en la vida real es, igualmente, un millonetas de tintes misóginos y personalidad adictiva, entonces está mal. ¿Quién nos entiende?

El tema, que parece no agotarse, crece y crece: luego del despido, hay rumores de su incursión en la industria pornográfica al tiempo que salen los “trapitos al sol” de sus líos familiares. Un tema nada nuevo en realidad, pues desde adolescente, Charlie Sheen ha sido un enfant terrible que además de haber hecho ver su suerte a su padre, el actor Martin Sheen, ha protagonizado más encabezados hollywoodenses que películas.

Lo han detenido en decenas de ocasiones por manejar en estado alcohólico, por posesión de drogas, ha tenido sobredosis y varios intentos de rehab, se ha casado tres veces y las tres han sido un desastre, se le acusa de violento y tiene cinco hijos que conviven con su nueva pareja: una actriz porno…

Lo increíble hasta este punto no son sus reacciones, decisiones, ni hilarantes declaraciones sino las expectativas de la televisora, el público y sus colegas. Si Sheen ha sido transparente en su mal comportamiento desde siempre, ¿qué esperaban de él? Es decir, ¿le pagan 1.8 millones de dólares por grabar cada episodio de una serie donde el papel a interpretar es uno mismo y no quieren que se vuelva loco?

Por eso mi conclusión es que estar en contra de Sheen es un acto represivo. Vamos, ¿cómo no tenerle envidia si todo el tiempo ha hecho lo que ha querido?

Aceptemos que al no tener miedo a ser él mismo, nos está dando lo que queremos: más show. Hagámonos responsables también de su autodestrucción asumiendo que somos un público exigente, voraz y amante del escándalo (si ya acabamos con Michael Jackson, por qué con Sheen no) y confirmemos lo que el escritor estadounidense Breat Easton Ellis –American Psycho, Less than Zero-escribió en su ensayo “Charlie Sheen is Winning”, publicado recientemente en Newsweek y donde expone a Sheen como la más pura forma de celebridad actual: «We’ve come a long way in the last two weeks: Sheen is the new reality, bitch, and anyone who’s a hater can go back and hang out with the rest of the trolls in the graveyard of Empire ».

Y una cosa más: no nos quedemos con las ganas, no seamos nosotros los trolls. Que la vida nos atrapó en una oficina, bueh, algo se podrá hacer. Que no nos corroa la envidia: soltémonos el chongo a la Sheen de vez en cuando.