Con todo el alboroto sobre que este sería el “año de las mujeres”, este año parece que el número de mujeres que llegarán al Congreso declinará por primera vez desde 1978. Casi todas las que compiten son Demócratas, y muchas de ellas tienen una competencia difícil. Ahora hay más candidatas Republicanas que nunca, pero eso no compensa las por las pérdidas anticipadas de las Demócratas. Ahora hay 56 mujeres Demócratas en la Cámara y 17 Republicanas, con 13 mujeres Demócratas en el Senado y 4 Republicanas. Eso suma un total de 90 asientos ocupados por mujeres de los 535, mucho menos, que su proporción en la población. Después de la elección, lo más probable es que haya de ocho a diez mujeres menos en la legislatura.
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, organizó una recaudación de fondos para impedir esto (ella es el mejor ejemplo, pues probablemente será destronada por John Boehner). Hasta ahora, las mujeres han ido ganando sistemáticamente curules en el Congreso, y en 1992, el primer “año de la mujer”, fueron electas más mujeres a la vez que nunca. En ese entonces, se asumió que lo que motivó a la acción fue el reciente espectáculo del panel judicial de un Senado de puros hombres, cuestionando a una mujer negra, Anita Hill, sobre sus acusaciones de acoso sexual contra Clearence Thomas, quien había sido nominado para la Suprema Corte. (Él lo negó, llamando las audiencias un “linchamiento de alta tecnología”, y ganó, por muy poco, la ratificación del Senado). Cuando la ola de mujeres entró en la Cámara y el Senado, se asumió que su número seguiría aumentando. Este año, mientras los Republicanos buscan ganar votos con nuevas – y más visibles candidatas – sólo cuatro de las 46 “promesas jóvenes” que presumen como líderes son mujeres.
Pero es más que un juego de números lo que preocupa a los grupos de mujeres que han impulsado su representación en el Congreso. Lo grave es el impacto potencial que esto tiene en políticas públicas y batallas legislativas que costó trabajo ganar. “Las mujeres congresistas son más proclives a entender la importancia y la relevancia de la agenda de salud femenina, y que sean menos va a tener un impacto”, dice el encuestador Demócrata, Geoff Garin.
Con esta medida, un Congreso que tiene más Republicanos y menos mujeres es doblemente problemático, pues son las mujeres las que supuestamente brindan una perspectiva diferente, particularmente en los asuntos de salud femenina. Pero, contrario al 92, cuando las mujeres progresistas tomaron la batuta, las protagonistas de este año son mujeres conservadoras, y están probando la hipótesis de que las mujeres votan diferente – por ejemplo, más liberales, por su género. Son ellas las que han mantenido vivos los asuntos reproductivos, y si se reduce su número, se sentirá más en el área de derechos de aborto.