Donald O’Meara, doctor en Psicología de la Universidad de Cincinnati, ha estudiado en profundidad el tema. Opina que el hecho de que actualmente hombres y mujeres trabajen codo con codo y en igualdad de condiciones es la clave de que la amistad entre personas de distintos sexos se haya convertido en un fenómeno cada vez más habitual.
Michael Monsour, psicólogo de la Universidad de Colorado y autor del estudio Women and Men as Friends: Relationships Across the Life Span in the 21st Century, es de una opinión similar: “La igualdad en el mercado laboral ha fomentado que hombres y mujeres tengan relaciones de compañerismo. Pero hay otro factor: la educación mixta y no sexista”.
Los estudios realizados por Monsour revelan que (aunque en el período de la preadolescencia parece inevitable que tanto niños como niñas busquen casi exclusivamente la compañía de amigos de su mismo sexo) los pequeños que desde muy temprana edad juegan y se relacionan de forma mixta, cuando llegan a la adolescencia tienen más facilidad para establecer relaciones con personas del otro sexo. Lo contrario sucede con aquellos que, por ejemplo, estudiaron en colegios solo para niños o para niñas.
Pero, ¿realmente es todo tan simple y tan bonito? ¿No existirá por casualidad algún tipo de atracción sexual entre el amigo y la amiga, aunque a veces uno y otro se nieguen a reconocerlo?
Linda Spadin sostiene la tesis de que: “Para que se inicie una amistad es necesario que exista una cierta atracción erótica”. La especialista realizó un estudio cuyos resultados publicó en el Journal of Social and Personal Relationships.
Tras entrevistas a 150 voluntarios vio que al 70% de ellos lo que más les agradaba de una relación de amistad con alguien del otro sexo era que existiera un cierto grado de tensión sexual.
“Me aventuraría a decir, tomando como base nuestros datos, que en la mayoría de relaciones de amistad entre personas de distinto sexo existe cuando menos un bajo nivel de atracción erótica”, afirma.
¿Qué ocurre cuando esa atracción entre amigos de sexo opuesto no se queda en mero compañerismo, va un paso más allá y ambos deciden abandonarse el uno en brazos del otro?
Se convierten en lo que los anglosajones conocen con las siglas FWB, es decir, “amigos con favores”, ¿y ese tipo de relaciones tiene futuro? Timothy Levin, investigador de la Universidad de Michigan, ha realizado el primer estudio conocido sobre el tema, y sus resultados (que se publicaron en la revista Archives of Sexual Behavior) son contundentes: esas relaciones que en principio no están basadas en un sentimiento romántico se estropean porque una de las dos partes comienza a temer que la otra se sienta cada vez más atraída.
“Paradójica, y quiza también previsiblementemente”, explica Levin, “lo que ocurre es que el sexo acaba obstruyendo una de las arterias emocionales de la verdadera amistad: la apertura. Así, los amigos que antes conversaban libremente sobre cualquier tema ahora se encuentran con que tienen uno que es casi tabú. Su relación en sí misma”.
“Lo más interesante”, explica Levin”, “fue descubrir que las personas que se involucran en una relación sexual con una amiga lo que más temen es desarrollar unos sentimientos más intensos, y también les da miedo no ser correspondidos. Es decir, las mismas cosas que temen todos los enamorados del mundo”.
En resumen, el sexo casi siempre acaba interfiriendo en su relación, aunque sea en un grado muy pequeño.
Leer más: Quo.es