Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera a puertas abiertas

La edición que salió hoy de la revista CARAS es, por mucho, de las más esperadas. Después de dos años de noviazgo, Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera por fin conceden una entrevista sobre su relación, los planes de boda y su vida diaria con los hijos de ambos.  Nunca antes habían permitido la entrada de cámaras y reporteros a la casa donde vive Angélica con Fernanda, Regina, Sofía, Paulina, Nicole y Alejandro, en la que todo parece funcionar como en cualquier familia. Ya sea por morbo, genuino interés en la vida romántica de estos personajes, o amor al chisme, no habrá quien se resista a leer la entrevista – o, por lo menos, a darle una hojeada a las fotos que la acompañan.

La mayor parte de la entrevista, tanto Angélica Rivera como el gobernador del Estado de México, hablan sobre la familia que han formado, la boda que todo México quiere ver, y cómo es su vida diaria. Lo que más sorprende es la declaración de la actriz: “(…) Hemos determinado que ya no voy a trabajar para la empresa (Televisa), porque prefiero concentrarme en mi familia y en las actividades que pudiera tener con Enrique”. Es un hecho que se retiró en el mejor momento de su carrera, porque el papel de “La Gaviota” quedó inmortalizado en la mente de los mexicanos.

Hay que advertir a todas las lectoras que cuando lean a Angélica hablar de la boda, se van a emocionar como si fuera la suya. La historia del anillo de compromiso en Roma es lo que cualquier mujer querría para ella, y ni qué decir de cómo se expresa de su prometido: “Me encontré con un hombre sencillo, amable, extremadamente caballeroso. Todavía me hace la silla a un lado, me abre la puerta del coche; me sorprendió mucho su manera de ser, es muy detallista, si tienes frío te tapa”. Sólo una mujer enamorada podría hablar así, no cabe duda.

¿Y qué dice Enrique Peña Nieto sobre la boda? Siempre que se le hacen preguntas al respecto, responde educadamente que ese es un tema de su vida personal, que prefiere no discutir. Es raro leer que hable tan abiertamente sobre su relación con Rivera, de cómo se conocieron, de sus hijos, de la propuesta de matrimonio en Roma.  “Empezamos a vernos, a frecuentarnos ocasionalmente y, pues, ya del gusto al amor sólo hubo un paso, y así sucedió. Yo diría que fue un proceso que con el tiempo maduró de manera natural. No hubo un plan premeditado, la empezaba a extrañar y la buscaba”. Casi irreconocible el gobernador.

Es agradable ver a Enrique Peña en una faceta distinta a la que nos tiene acostumbrados, menos serio, mucho más cálido, y como hombre de familia antes que como político. Aunque él mismo reconoce que la política es algo que no puede separar de su vida,  y por eso eligieron el 27 de noviembre para casarse, para impedir que se lucre políticamente con eso. También está consciente de las dificultades que implica ser uno de los hombres con más alto perfil de nuestro país; él vive en Toluca, en la Casa de Gobierno, pero los niños viven con Angélica en su casa desde enero de este año. Es por esos detalles que los hijos de ambos parecen llevarse tan bien; se nota que la pareja ha hecho un gran esfuerzo por ser una familia.

Y las entrevistas con los niños son, por mucho, lo mejor. Se nota la inocencia de los seis cuando responden, y todos dejan ver parte de su personalidad.

Puedo concluir tres cosas de las 29 páginas que la revista CARAS le dedica a los Peña-Rivera, empezando con que Angélica Rivera está mejor que nunca; físicamente y en lo personal la “Gaviota” se ve guapa, completa, y excelente en su papel de madre de familia, aunque la vamos a extrañar, y mucho, en la televisión. También, es refrescante ver cómo es la vida a puerta cerrada de Enrique Peña como persona, fuera de ser el favorito en todas las encuestas, el hombre con la imagen más positiva, el consentido de la opinión pública.

Para terminar, no me queda la menor duda de que la familia que conforman Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera es una de las más grandes fortalezas del gobernador, pues deja ver que es un hombre sencillo, centrado y con los pies muy en la tierra, a pesar de ser uno de los hombres más importantes de México.