¡Estoy embarazada!… Inicio de un diario maternal

He de reconocer que para mí el tema de la maternidad había sido de esos que van y vienen, a veces cobrando mucha importancia y luego pasando sin pena ni gloria.

Hubo momentos en los que desee muy intensamente ser madre, casi dolorosamente, llegando hasta las lágrimas cuando cada mes llegaba la regla o cuando por un diagnóstico de hipotiroidismo la doctora que me atendía me “sentenció” a un embarazo de alto riesgo, implicando con ello la dificultad para embarazarme y de lograrlo, muy probablemente el bebé no llegaría a término.

Tiempo después de aquel diagnóstico me embaracé y como aquello de la “profecía autocumplidora” tuve una amenaza de aborto que después de varios días en cama y medicamentos se cumplió. En aquel momento no sólo sufrí la pérdida de ese bebé tan deseado, sino la esperanza de ser mamá o de tener un embarazo “normal”.

Así pasó el tiempo, con el deseo guardado en el fondo de mi corazón de ser mamá pero atendiendo muchos otros temas como la escuela y el trabajo, los que se fueron volviendo tan demandantes que no dejaban espacio, ni tiempo y probablemente ni energías para que el milagro sucediera.

Hace tiempo, RRO (mi pareja) y yo decidimos intentarlo, y al paso de un año sin éxito, nuevamente le puse pausa a aquel sueño y me enfoque en otras cosas. Y así, sin preocupación, sin obsesiones ni angustia, sin que el tema fuera la constante que marca los días y las actividades, casi sin pensarlo, sucedió.

Ya llevaba algún tiempo sintiendo algunos malestares. Uno que otro dolor de cabeza y un cansancio extraño en el cuerpo que consideraba resultado del exceso de trabajo, algún malestar estomacal que yo atribuía a haber comido algo en mal estado o alguna intolerancia alimenticia, los pechos me dolían pero entonces pensaba que pronto llegaría la regla, en realidad todo bastante tolerable y nada contundente que me hiciera pensar que estaba embarazada.

Mis sospechas empezaron a aparecer de manera tímida cuando dejé sin terminar mi acostumbrada taza de café matutina porque me dieron nauseas; días más tarde creció un poco más la duda cuando me di cuenta que ya no recordaba cuando había sido la última menstruación. Aún con un poco la duda pero sin preocupación alguna viajé en avión a Puerto Vallarta y de ahí tres horas en autobús a Tepic para asistir a una boda; otro día anduve en motocicleta con unos amigos bikers y participé en una carrera de 10kms haciendo mi mejor tiempo hasta el momento.

Un día saliendo del trabajo pensé “¿y si me hago una prueba de embarazo?” pero dude de comprarla, ¿qué tal que en una versión extraña de Ley de Murphy, gastaba en la prueba, salía negativa y al día siguiente me bajaba? . Ya estaba por tomar el transporte público rumbo a mi casa cuando me regresé a la farmacia. Aún en casa dejé para después el hacerme la prueba y fue ya que estaba a punto de dormir cuando pensé de nuevo en ella. ¡Basta de rodeos, hagámosla!

Cinco minutos después estaba frente a dos rayitas de color rosa, ¿sería verdad? sin poder creerlo todavía le tomé una foto y se la envíe a una amiga con el mensaje “dime, ¿cuántas rayas vez?”. Sobra decir que esa noche no dormí. Apenas unas semanas atrás me había cuestionado si la vida no me daría la oportunidad de ser madre (sí, a veces uno se pone de fatalista en algún punto) y de repente ahí estaba, esperando que llegara la mañana para salir corriendo por una prueba.

Seis y media de la mañana, yo tocando la puerta del laboratorio más cercano que encontré, solicitando la prueba y con calidad de “urgente”, como si el resultado fuera a ser distinto con el paso de las horas. Lo más que podían hacer por mí era enviarlo por correo electrónico a las cuatro de la tarde.

¡Hasta las cuatro de la tarde! Salí de ahí con ganas de una certeza, de que alguien en ese preciso momento me dijera si era cierto o no.

Siete de la mañana, ¿qué hacemos hasta las cuatro de la tarde? Paso por una iglesia que está cerca de mi oficina y la verdad es que para estas circunstancias nunca está de más ponerse en las manos de Dios. Saliendo de misa me encontré paradita frente a una de esas tiendas de los tecolotes, disponiéndome a desayunar, claro que sin hambre, y en el colmo de la ansiedad me dirigí a la farmacia y compré otra prueba, pero ahora una digital, “seguro así no hay pierde” pensé.

Volví a hacer la prueba y la pantallita dice “embarazada 3+”. Pensé “creo ya no puedo seguir dudando, tres más”. A las dos de la tarde llega el correo electrónico (creo que nunca antes un correo electrónico fue tan esperado), con el resultado en negritas y mayúsculas “POSITIVO”.

12 semanas y yo ni enterada

Visité al médico y me dijo que “podría tener 12 semanas de embarazo”, yo me había hecho a la idea de que eran tres semanas y me imaginaba a un montón de células uniéndose y multiplicándose, es más, RRO y yo habíamos acordado no decir nada a nadie hasta pasado los tres meses por aquello de cualquier cosa y se me hacía que faltaba tanto para poder gritarlo al mundo.

Los primeros latidos

Sólo un ultrasonido nos podría indicar el tiempo de gestación ya que no había llevado un registro fiel de los periodos. Acostada tratando de contener los nervios escucho un corazón que no es el mío, latiendo a 160 x min y sólo alcanzo a ver la cara de sorpresa de RRO que sonríe. La doctora voltea la pantalla y ahí está, sé que a las nueve semanas aún no puede sonreír pero yo lo vi sonriendo.

Ahora estamos en la semana 18 y aún no salgo de mi asombro, la “panza” aún no es tan visible y me duermo cada noche pensando si al día siguiente de repente aparecerá para que no quepa duda alguna que estoy embarazada, a veces, en los días en que no tengo ninguna molestia siento que todo ha sido un sueño. Me estoy transformando en el hogar de un pequeño ser, aún nos falta mucho por recorrer.

Si ustedes, lectores asiduos, me lo permiten cada semana compartiré este recorrido, este dulce camino.