¿Existen reglas para la infidelidad?

La infidelidad es una de las principales causas en la ruptura de las relaciones de pareja, a veces se puede negociar, pocas veces se habla de frente, pocos sobreviven a ella.

Según muestran las encuestas, somos mucho menos permisivos con los demás que con nosotros mismos. En una ponencia realizada por la investigadora Erin Holley se dijo que “cuando afectaba a uno mismo, los consultados pensaban que un espectro más amplio de comportamientos no cumplían sus criterios para ser una infidelidad, mientras que para su pareja, consideraban casi cualquier conducta como una infidelidad”.

Hay para quien un beso furtivo no es más que un desliz casual y permisible; también para quien un mensaje que concluye con un emoticono de guiño es señal inequívoca de que se han traspasado ciertos límites.

Una investigación publicada el pasado verano por la Universidad de Texas puso de manifiesto que las redes sociales “habían cambiado nuestro comportamiento” y avisaba sobre algunas conductas que podían resultar particularmente sospechosas, como minimizar constantemente la pestaña del navegador, limpiar la caché cada vez que se utilizaba internet o utilizar contraseñas. Sin embargo, no hay que fomentar la desconfianza, sino tomar una decisión respecto a lo que constituye una infidelidad.

¿Existen reglas?

Son las duras reglas acerca de aquello que se puede y no puede hacer lo que, paradójicamente, dan lugar a una situación más proclive para ser infieles. Es un círculo vicioso: uno se permite ciertas actitudes porque no se ha debatido sobre los límites, pero al mismo tiempo, el control excesivo de la pareja puede suponer un yugo demasiado pesado. “Tenemos que preguntarnos: ¿estoy creando un ambiente de resentimiento? ¿Estoy poniendo límites a mi pareja de una forma que interfiere con su espíritu?”

Es considerar todo como una potencial infidelidad lo que conduce a muchas parejas a la tragedia. “Puede ser limitador e hiriente castigar a alguien cada vez que manifiesta una atracción o mira a otra persona que nos resulta amenazadora”, señala la psicóloga. Las reacciones que comportan un excesivo miedo o celos dicen más de la inseguridad de quien las plantea que de la realidad de una infidelidad o no. Por ello, la paranoia respecto al comportamiento de la otra persona y sus comportamientos de infiel debe ser sofocada.

Un último y adecuado recurso es comprender la naturaleza de la infidelidad. Como recordaba en un artículo la psicóloga Andrea Bosh, esta no quiere decir que no se ame a la pareja, sino que más bien, se echa a faltar algo en la relación de pareja que intenta volverse a encontrar en otras personas.

Por ello, las traiciones más habituales se producen no con desconocidos, sino con gente cercana a los círculos de la pareja (trabajo, amigos, familia). Quizá el mejor método de control, como explica Charles J. Orlando, autor de The Problem with Women Is… Men (BookSurge Publishing), es la culpa, pues todas las infidelidades conllevan un sentimiento negativo. “Al fin y al cabo, está traicionando a otro ser humano que asegura amar, lo que causa estragos en su psique”.