Existe evidencia de que los factores genéticos y tóxicos ambientales influyen en la enfermedad de Párkinson, afirmó el investigador José Bargas Día, académico del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El riesgo de desarrollar este mal aumenta tras estar en contacto con insecticidas, herbicidas y pesticidas, como la rotenona o el paraquat.
En el Día Mundial del Párkinson, recordó que esta enfermedad inicia con movimientos involuntarios en una de las extremidades, los síntomas motores van apareciendo conforme van muriendo las neuronas dopaminérgicas del cerebro.
Durante la etapa más avanzada, los enfermos adquieren posturas cada vez más incómodas, son propensos a caídas y los pacientes de la tercera edad pasan la mayor parte del tiempo acostados, lo cual los hace más propensos a neumonías e infecciones.
La teoría del patólogo Braak, sobre la enfermedad de Párkinson, dice que hay síntomas que aparecen antes a los motores, como constipación, depresión y alteraciones del sueño. Ello se debe a que la degeneración en el tallo cerebral e incluso la corteza.