Fidelidad de la buena y de la mala

Cuando estás en una relación estable tienes muchas ventajas: Pareja segura en las fiestas, suspensión del uso de látex en los encuentros sexuales y una cama calientita cuando hace frío. Pero también  te encuentras ante la perspectiva de ya no salir en citas ni coquetear con otras personas.  Si esa idea te abruma, entonces no estás listo para una relación y menos para casarte.

Debes llegar a la monogamia únicamente cuando terminaste de hacer todo lo que quieres. De otra forma, no tendrás la madurez sentimental ni la saciedad sexual necesaria para sentar cabeza.

La fidelidad es algo que se da, si la tienes que pedir entonces hay problemas fundamentales por resolver. No puedes ir por la vida espantándole los pretendientes a tu pareja o corriendo gente de tu cama. Las amenazas y las promesas de reivindicación, no son más que llamadas de atención de tu autoestima en su lecho de muerte. Ten dignidad.

La fidelidad –de la buena- comienza con la certeza de estar con la persona que quieres. Es, en ese momento, cuando descartas a priori  cualquier insinuación y tú mismo pones en claro con todo el mundo, que estás comprometido y feliz. Es más, a veces te vuelves paranoico y, aunque no sea evidente que te están “tirando la onda”, metes a tu pareja en la conversación.

Ésa certeza es la que genera confianza en tu novio/esposo o concubino, para que no salte sobre el celular cada que lo dejas en la mesa y te vas al baño. Y creo firmemente, que no hay mejor forma de vivir.