Fidelidad o no fidelidad: El calentón empieza en la cabeza

Al terminar el montaje de la obra de Beckett, Amalia se pone de pie para aplaudir, pero no puede evitar que entre sus piernas escurran los líquidos de su traviesa vagina. Como toda una zorra intelectual, Amalia se prende al presenciar la obra montada por el director-adaptador Rolando Sierra.

No lo podía evitar: su sexo se mojaba con las palabras de los grandes autores, fuuuu, qué pena empapar la falda y ¡qué calor!

Gracias a las felicitaciones, Rolando Sierra terminó incluido en la bola de amigos que después de la obra se iban a la casa de los músicos -el esposo de Amalia era músico de la obra- a seguírsela. Después de una hora la reunión decayó, una vez más, en las quejas del músico rupestre (el macho alfa), otrora rockstar y ahora un amargado borracho sin chiste.

Sólo quedaban Amalia (hembra alfa) y su amiga Elisa (su second), otro pobre tipo escuchando la queja y Rolando quien rápidamente llenaba su cuota de cerveza del día y plantaba los ojos en el prominente trasero de las hembras.

Los tres aburridos comensales fueron a la cocina para el refill. Rolando sabía que estas mujeres estaban fuera de su liga, pero estaban calientes y él tenía tan sólo una pequeña oportunidad… y ese era el momento.

“Despídete de mí, nunca me vas a volver a ver, dame un beso”, le dijo a la hembra más débil.

Aprovechando la cercanía de la carnita, el macho retador rápidamente atacó con sus manos poniendo un dedo en el trasero y otro directamente en la calentura, besó la boca de la temblorosa Elisa atascadamente y le puso una zarandeada. Ella pensó que le había pasado un camión por encima.

Amalia los vio excitada. Cuando Rolando se dirigió a ella para despedirse, también quiso su ración de dedos y beso babeado. Los machos alfa en la sala seguían discutiendo.

Y mientras Rolando mete mano a discreción, lejos de allí, en una cantina del Centro, un cazador citadino trata de introducir su mano bajo la falda de Melisa la novia de Rolando.

Melisa no quiso ir a la obra porque no soporta a las fans de su pareja y la última vez que asistió casi mata a una salamera hippie postmoderna que no dejaba de mostrarle el contenido del escote a su galán.

Mientras Melisa estaba absorta en sus pensamientos, sintió bajo la mesa, unas manos firmes, decididas y suaves que hurgaban el camino a su entrepierna, haciendo circulitos en sus muslos.

Ella simplemente respondió a la caricias abriendo las piernas sin indagar quién era el dueño de esa mano atrevida que buscaba su hendidura. Fingiendo estar borracha, cerró los ojos y se recostó en la mesa oyendo de lejos la nueva polémica intelectual: bold o semibold? what da fuck!

¿Meter los dedos a alguien o dejarse meter los dedos por alguien se considera infidelidad?

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