¿Ha sido el mundo siempre tan pequeño?

La concepción moderna de las redes sociales que achican al mundo ha sido posible en gran parte a partir de experimentos en vivo.

Guare se inspiró en experimentos llevados a cabo a finales de 1960 por el científico social Stanley Milgram y sus compañeros de trabajo de la Universidad de Harvard.

En un estudio, trataron de enviarle cartas a un corredor de bolsa de Boston mandándoselas a personas escogidas al azar en Omaha, Nebraska. Las cartas no tenían la dirección, sólo el nombre y la profesión del destinatario y el hecho de que trabajaba en Boston. A los que les mandaron las cartas les pidieron que las renviaran a alguien que conocieran que pudiera ayudar a que le llegara a la persona indicada.

La mayoría de las cartas no llegaron. Pero las que sí, habían hecho un promedio de seis viajes antes de hacerlo.

El experimento se repitió a una escala mayor en 2003 usando correo electrónico y el resultado fue casi idéntico: la longitud de la cadena de mensajes que le llegaron al destinatario deseado era de entre cinco y siete.

Más recientemente, otros investigadores han asegurado que en la era de Facebook estamos sólo a cuatro grados de separación.

Por supuesto, no es posible llevar a cabo experimentos epistolares para deducir cómo eran las redes sociales en otros siglos.

Las redes sociales no sólo comunican las noticias, la información y el rumor, sino también cosas que son decididamente menos agradables, como la enfermedad.

Muchos bichos se pasan entre individuos a través del contacto directo y a veces íntimo. ¿Podría la propagación de una epidemia reflejar la red de relaciones humanas en la que tiene lugar?

Newman y sus colegas reconocen que la propagación de la enfermedad es una representación aproximada de las redes sociales. La enfermedad puede ser transmitida por las ratas, pulgas o extraños, por ejemplo, en lugar de entre amigos o conocidos.

Aun así, el equipo sostiene que antes de la Revolución Industrial, la transmisión de patógenos reflejaba aproximadamente la naturaleza del contacto humano. Las ratas y las pulgas nunca viajaban mucho a menos de que lo hicieran con seres humanos y, como muchas personas vivían en pequeñas comunidades, conocer a extraños era menos frecuente que en la actualidad.