Los libios quieren asegurarse de que Muamar Gadafi está muerto, por lo que cientos de hombres y mujeres, procedentes de Misrata y de otras regiones, se agolpan para ver el cadáver del ex dirigente muerto el jueves.
Ayer viernes, tras la oración, miles de personas se formaron afuera de lo que los libios conocen como el “mercado tunecino” de Misrata, un lugar en el que en tiempos de paz se vendían toda clase de productos.
Allí, en medio de un olor a carne podrida (procedente de las carcasas de pollos que se descomponen en una basura, según un guardia), se encuentra la siniestra cámara fría donde se ha instalado el cuerpo del ex dirigente.
El espectáculo es sórdido: en una atmósfera glacial, sobre un suelo metálico, yacen los cadáveres rígidos y amarillos, con manchas de sangre seca, de Gadafi y de su hijo Mutasim, que reposan uno al lado de otro sobre unos colchones sucios, cubiertos con mantas de color que esconden supuestas heridas.
Sólo se ven las cabezas, el resto del cuerpo está disimulado. Mutasim tiene los ojos y la boca abiertas, su padre los tiene cerrados.
Los curiosos llegan de todas las zonas de Misrata, pero también de Trípoli, Zliten y otras ciudades. Algunos representantes de las nuevas autoridades también se dejaron ver por allí ayer, como el número dos del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mahmud Jibril, y para este sábado se espera la visita del jefe del consejo militar de Trípoli, Abdelhakim Belhadj.
A mediodía, cientos de personas hacen fila ante las puertas del mercado, que se abren cada cierto tiempo para dejar pasar a los visitantes a cuentagotas.
Sadik, quien rechaza dar su apellido, tiene 60 años. Tenía 18 cuando el dictador se hizo con el poder en 1969. “Toda mi vida de adulto la he vivido con este sucio tipo, (Sadik lanza una sarta de insultos) pero está muerto y soy feliz”, dijo riendo.
En medio de los edificios de hormigón del mercado, se forma una nueva fila ante la cámara fría. Sólo se admite en su interior a cuatro o cinco personas a la vez.
Fuente: Agencias