Hallan las causas de la claustrofobia

En ciencia, el pasar de las especulaciones a hechos contrastados es un gran paso. Ese mismo que han dado investigadores de Eu y Reino Unido –cada uno por sus cauces– que han llevado a conclusiones interesantes por las que, sin duda, se regiran a partir de ahora los siquiatras que tratan las fobias, y mas concretamente la referente al miedo a los espacios cerrados, conocida como claustrofobia en términos clínicos.

Se sabían perfectamente los síntomas de esa enfermedad que vuelve atormentadora la vida de las personas que la padecen, pero no así las causas que la provocan, que es lo que han hallado los investigadores, tras hacer las pruebas pertinentes en pacientes claustrofóbicos. Dicen “El enfermo tiene una sensación exacerbada del espacio que lo rodea”; pero, al parecer, no sólo tienen esa sensación sino que la sienten físicamente dándole pistas falsas al cerebro que debe procesar los datos espaciales, y que hacen que estén en una permanente ansiedad padeciendo miedos irracionales. Todavía no han determinado exactamente si es esa distorsión la que provoca el miedo o a la inversa, pero andan por el buen camino y es cuestión de tiempo que lo descubran.

Al contrario de los agorafóbicos, los claustrofóbicos, se sienten como pez en el agua en los lugares abiertos porque les permiten ir mas allá con su vista y su mente de lo que se considera espacio personal (el que abarcan en ambas direcciones los brazos extendidos). Para ellos, ese espacio personal cuanto mas amplio mejor, porque proyectan su identidad mas allá de los límites de unos pocos centímetros y les hace sentirse libres, cosa que en los lugares cerrados se torna en una falta de aire, sofocos, sudores fríos y otros síntomas, reveladores de que el cerebro no procesa debidamente las distancias.

Sabido es que hallada la causa se puede buscar el remedio, que, como decía, es tan solo una cuestión de breve tiempo dado el avance de la farmacopea en nuestros días. Que duda cabe que es una gran noticia para esas personas cuyas vidas son un auténtico calvario porque todavía no existen ciudades “a la medida” de los claustrofóbicos, y sobre todo, porque es mas fácil adaptarse ellos a la mayoría que, que se adapte la mayoría a sus necesidades.

Las personas cuya burbuja de espacio libre, a la que denominamos “espacio personal”, es demasiado grande, prolongándose más allá del alcance máximo de sus manos con los brazos extendidos, son más propensas a experimentar el miedo a los espacios cerrados.

Los ascensores, las cabinas de los aviones, los aparatos de resonancia magnética, los túneles, los cuartos pequeños e incluso las puertas giratorias… La lista de lugares que desencadenan la ansiedad y el pavor en las personas con claustrofobia es larga y bien conocida por los psicólogos y psiquiatras que lidian con este temor irracional.

También son conocidas las consecuencias de este miedo persistente, anormal e injustificado a permanecer en un espacio cerrado, que sufre entre un dos y un cinco por ciento de la población, y que va desde el estancamiento profesional y laboral o un deterioro de la vida social, familiar y amorosa, hasta un persistente malestar y sensación de parálisis vital.

Ello se debe a que el claustrofóbico evita muchas situaciones y lugares, y en consecuencia infinidad de situaciones y oportunidades que le permitirían sentirse bien y prosperar.

Pero lo que hasta ahora se desconocía -y acaba de desvelar una investigación estadounidense- son los mecanismos más íntimos de esta fobia que algunos afectados describen como una “sensación de estar atrapados sin una salida”, otros como un “miedo desesperante a no poder respirar” o la amenazante impresión de “el techo y las paredes se te vienen encima”.

El equipo de investigadores de la doctora Stella Lourenco (Universidad Emory, Estados Unidos) y Matthew Longo (Universidad de Londres, Reino Unido) han constatado que las personas que sienten más claustrofobia tienen una percepción exacerbada del espacio cercano que les rodea. Todavía ignoran si la distorsión en la percepción conduce al miedo, o a la inversa.

Según parece, todas las personas se mueven dentro de una imaginaria burbuja de protección denominada ‘espacio cercano’ o ‘espacio personal’, cuyo tamaño difiere según las personas.

Según este estudio, en el que han participado 35 estudiantes de entre 18 y 33 años a quienes se sometió a pruebas para determinar su percepción del espacio y a un cuestionario para diagnosticar su posible claustrofobia, aquellos individuos que proyectan su espacio personal mucho más allá de su cuerpo son más proclives al miedo claustrofóbico.

Fuente: Campus México