Nada es poco, cuando no se tiene nada. Ayudar al que lo necesita es una virtud de la sociedad y la justicia y sólo es parte del deber moral del Estado, al que no debe bastarle con levantar al débil, hay que sostenerlo después, sin escatimar esfuerzo. El auxilio, apoyo y socorro en la necesidad, como sea, siempre ayuda mucho.
Cumpliendo con la palabra empeñada, en el municipio de las Margaritas, Chiapas, el Presidente Enrique Peña Nieto dio inicio a la Cruzada Nacional contra el Hambre. Esta Cruzada atenderá principalmente a los 400 municipios más pobres del país, así como a los más de siete millones de mexicanos que viven en pobreza extrema y carencia alimentaria, con objetivos claros, entre ellos:
1. Eliminar la desnutrición infantil.
2. Reducir la pobreza extrema.
3. Erradicar el asistencialismo y,
4. Aumentar la productividad de los alimentos.
Es un programa de gran calado -al que debemos sumarnos para ayudar sin regateos-, que requiere de sensibilidad y mucha acción para romper los destructivos paradigmas del pasado que ayer mismo se hicieron presentes, en esta ocasión en voz de los caciques que usufructúan las franquicias denominadas organizaciones rurales, similares y conexas, reclamando, como lo hacen siempre a la menor provocación, una tajada del pastel, expresaron su mal sentir:
– Al excluir a las organizaciones, los resultados podrían ser nulos.
– Si no participamos en la distribución de recursos, habrá desviaciones.
– No se resuelve el problema de fondo, si sólo se reparten despensas.
– Si no se reactiva la economía los resultados serán nulos.
– Es urgente y necesario firmar otro pacto rural.
– Paternalismo, otra vez dádivas.
– Mejor hay que industrializar el sur del país.
– Se debería mejor abrir más fuentes de empleo.
– Hay que empezar por firmar un nuevo plan.
¿Qué les parece?
Patricia Hernández/Analista UAM