Hay miles de especies de insectos comestibles en México
Gusanos de maguey, escamoles, chapulines, cuetlas, gusanos de los palos, jumiles, y un sin fin de nombres son parte de la dieta cotidiana de los grupos indígenas en México.
Hace uno días la FAO emitió la recomendación de comer insectos y ahora resulta que todo el mundo voltea a verles, cosa que es parte del objetivo de la FAO.
Libélulas, escarabajos, abejas, mariposas, hormigas y chapulines son ingredientes comunes en varias zonas rurales del centro y sur del país.
La entomofagia (cultura de comer insectos) es una tradición centenaria y arraigada en México, zapotecos, mixtecos y mayas los utilizaban en su dieta rutinaria y como remedio naturales.
Su consumo prehispánico está documentado en el Códice Florentino del siglo XVI
La conquista causó que el consumo de los insectos se limitara a las poblaciones más alejadas de las zonas urbanas, pues los españoles no veían con muy buenos ojos a los “bichos”, pero en muchos sitios del país la costumbre se ha mantenido.
“Se consumen muchísimos insectos en México. Comenzamos bajo la premisa de que los pobladores comían insectos como el último recurso pero no es así: la gente los come con gusto y los califican de limpios, sabrosos y nutritivos”, explica la doctora Julieta Ramos-Elorduy, investigadora del departamento de Zoología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que ha estudiado esta costumbre desde hace 25 años.
Los insectos, además, son una importante fuente de proteína. Algunos contienen hasta 3 veces más que un kilo de carne y tienen una concentración tan alta de nutrientes que solo son superados por el pescado, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Biodiversidad (CONABIO).
Los insectos se consideran animales particularmente higiénicos, pues su dieta consiste en hierbas, flores y frutos y están al inicio de la cadena alimenticia, según indica un estudio de Conabio. El uso de insecticidas, no obstante, pone en riesgo su calidad y valor nutritivo.